Última actualización 17 julio, 2015 por Alberto Llopis
El 2 de noviembre de 2013 se cumplieron 20 años de otra fecha maldita para el cuadro valenciano: el 2 de noviembre de 1993. El día o la tarde, mejor dicho, que el conjunto valencianista sufrió una de sus peores derrotas de su historia: el famoso 7-0 contra el Karlsruhe.
No fue la goleada sufrida peor en cuanto a guarismos. Hubieron otras peores como el 10-3 que le endosó el Sevilla un 10 de octubre de 1940 o una contra el Alavés que acabó con 7-0 también en la temporada 1954-55, justamente un día después de San José. Incluso, dolieron más las recientes del Real Madrid en sus visitas a Mestalla. Pero sí que fue una de las más simbólicas.
Era un Valencia comandado por Guus Hiddink en los banquillos y un Arturo Tuzón en la presidencia, hombre que había conseguido lo imposible: convertir la deuda del club en superávit. Un Valencia con un fichaje que empezaba a destacar por encima del resto y que respondía al difícil nombre de Pedja Mitjatovic. Un montenegrino que había conseguido colocar al Valencia en lo alto de la clasificación con un juego vistoso, a la vez que practico.
Europa era la gran asignatura. Tras eliminar al Nantes en una UEFA que por entonces era más dura en muchas ediciones que la propia Copa de Europa, tocaba el Karlsruhe. Un 3-1 en la ida disputada en el antiguamente llamado Luis Casanova hacía presagiar un cómodo desenlace para la vuelta a disputar en el Wildparkstadion, máximo cuando el equipo germano acudía sin conocer la victoria en los tres últimos encuentros pese a contar en sus filas con futbolistas como Kiriakov u Oliver Khan.
Sin embargo, en el fútbol, dos más dos nunca son cuatro en fútbol y esa tarde todo iba a salir mal para los españoles. Empezando por la alineación. Un hombre del gusto ofensivo de Hiddink prefirió conservar la renta y optó por una alineación con tres centrales y dos carrileros de largo recorrido que tenían como principal misión tapar las envestidas germanas. Para más inri, el medio del campo debía ayudar, para lo cual se optó por reconvertir a dos centrales como Tomás y Camarasa a stoppers. Tan sólo, Fernando, en la mediapunta y en la delantera, Pizzi (que sustituía al sancionado Lubo Penev) y Mitjatovic se ocuparían de crear peligro.
Craso error. La mejor defensa es un buen ataque. Nadie fue capaz de construir siquiera jugadas de algo de peligro. Entre los hombres de arriba y los ocho que defendían hubo mucha distancia y lo que tenía que ser una táctica defensiva acabó convirtiéndose en un disparate. Un belga llamado Edgar Schmitt lo supo ver rápido. Convertido al profesionalismo a los 28 años y milagrosamente todavía vivo después de un dramático accidente de tráfico leyó el partido como nadie y a la media hora inauguró el marcador. Fue el principio del fin. Porque cinco minutos después anotaría un segundo tanto que volcaba la eliminatoria a favor de los alemanes.
Con 3-0 acabó el primer acto. Un resultado que se ampliaría en el minuto 1 de la segunda parte y que vendría a confirmar la debacle valencianista. Sin actitud, sin ideas, sin creación, entre otras cosas porque no había organizadores, el equipo se hundió cuál submarino en el océano. Ni siquiera la entrada de Pepe Gálvez sirvió para solucionar o al menos disimular una actuación lamentable.
Duras consecuencias:
Las consecuencias fueron tremendas: el equipo se hundió en la tabla llegando a bajar hasta la 14ª posición. Ello provocó la salida de Hiddink en la jornada 11 y la llegada de Paco Rielo quien duraría tan sólo cinco jornadas hasta que Héctor Núñez cogiera las riendas en la 16ª jornada. Para más problemas, Arturo Tizón dimitiría, Melchor Hoyos se haría cargo del equipo hasta que el 9 de marzo, Paco Roig cogiera las riendas del club al ganar las elecciones y decidiera volver a contar con Hiddink en el banquillo.
En total, cuatro técnicos, tres presidentes y una «honrosa» séptima plaza final en Liga que consiguió maquillar una de las peores pesadillas de la historia del Valencia. La ocurrida el 2 de noviembre de 1993 en una fría ciudad llamada Karlsruhe.