Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
Con la herida del vergonzoso 0-7 de la Selección Nacional ante Chile en la reciente Copa América aún abierta y supurando, la afición mexicana se dispone a iniciar un nuevo torneo casero más, en el que no se sabe cuál será su reacción desde las tribunas después del deprimente papel realizado por la escuadra dirigida por el colombiano Juan Carlo Osorio en tierras norteamericanas.
Y es que el golpazo no fue menor: una caída tan estrepitosa para el representativo azteca en partidos oficiales no se vivía desde 2004, cuando en la Copa América de ese año Brasil lo barrió por 4-0 en tierras peruanas; y luego, en la década anterior, hubo un 0-4 ante Estados Unidos en la Copa Oro 1995. Antes de eso, tendría que retroceder hasta 1978, en el Mundial de ese año celebrado en Argentina, al ser victimado sin piedad por 0-6 ante Alemania Federal (monarca vigente), en Córdoba.
Porque en los años 80, en Roma, cuando Italia –entonces también campeón del mundo– lo sacudió por 5-0, en febrero de 1984, o en la década siguiente, cuando Brasil (con estrellas como Romario, “Bebeto”, “Dunga”, entre otros, en su alineación) lo aplastó por 5-0 dentro de la Copa Amistad USA en 1992, se trató de encuentros amistosos.
De ahí, habría que remitirse hasta los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando el fútbol en México estaba “en pañales” y no existía roce internacional, por lo que se vivía en el engaño de las fáciles y casi siempre contundentes victorias sobre los rivales de la zona de CONCACAF. Por ejemplo, el Tri tuvo en la “canarinha” a su peor “coco”, ya que se vieron las caras por primera vez en el Mundial de Brasil 1950, con goleada de 4-0 para los locales, y 4 años después, para Suiza 1954 la dosis aumentó a 5-0. Siete años después, en 1961, en un partido de carácter preparatorio, Inglaterra en el mítico “Wembley” barrió por 8-0 al Tricolor.
Parecía, pues, que ya las épocas de golizas infamantes para nuestro representativo futbolístico habían quedado muy atrás, sucesos lamentables perdidos en la noche de los tiempos, como puede constatarse en este breve recuento. Pero los fantasmas del fracaso volvieron, justo cuando el aficionado común recobraba la fe en su seleccionado y empezaba a sentir que “ahora sí” había llegado el momento de convivir con los “grandes” del balompié mundial.
Dos títulos juveniles en la categoría Sub-17 y la medalla de oro olímpica en Londres 2012 soportaban esa idea. Pero el ridículo ante Chile, con criticables actitudes individuales, sin reacción ni en la cancha ni en la banca, sin liderazgos visibles, nos devolvieron a la realidad.
Ya desde semana antes al encuentro con La Roja (posterior campeón de la Copa) se habían señalado detalles que debieron prepararnos psicológicamente para una posible eliminación, pero no para esta hecatombe que finalmente se presentó; pero pocos le dieron importancia.
Uno, la costumbre perniciosa de Osorio de cambiar su alineación de partido a partido, sin tomar en cuenta resultados generales ni desempeños personales; en juegos amistosos podría ser una buena estrategia para ir probando y conociendo futbolistas, pero en una competencia tan corta como la que se disputó en Estados Unidos este verano, fue un auténtico suicidio. Dos, que el Tricolor aunque marchaba invicto con el entrenador colombiano al frente e incluso hasta su llegada al torneo continental sin recibir gol en contra, era evidente que en muchas ocasiones la suerte o errores del rival habían inclinado la balanza a su favor.
El despertar ante los chilenos fue cruel… Y es que se le ganó a un Uruguay gris, que prácticamente decepcionó en el certamen; luego a Jamaica, que falló claras oportunidades de gol ante el marco mexicano, y que de haberse anotado pudieron cambiar el 2-0 final en –fácilmente– un 2-2. Y cerrando la ronda de grupos, se venció a una incómoda Venezuela, que se puso en ventaja y pudo liquidar el juego antes de que México, gracias a una acción individual, consiguiera la igualada.
El despertar ante los chilenos fue cruel… Así que, ¿qué viene para el balompié nacional? El horno no está para bollos, y más después de darle “luz verde” a la infamante “regla 10-8”, que reducirá hasta el grado de la precariedad los ya de por sí escasos espacios para futbolistas mexicanos, tema que abordaremos próximamente en este espacio.
Habrá que observar entonces la reacción del público azteca desde las tribunas, ya que si bien los dirigentes nacionales han cacareado durante el último año que ha repuntado la asistencia a los estadios en los partidos de la Liga MX, según ellos por la calidad de balompié que se les ha ofrecido –cuestión que habría que poner en duda–, pudiera darse un marcado ausentismo en los escenarios del país, como muestra de molestia ante el ridículo continental que se hizo.
Basta recordar que en la temporada 1978-79, tras el “papelazo” en el Mundial de Argentina, se vivió una etapa en la que la afición desconfió del espectáculo ofrecido y externó su enfado no asistiendo a los estadios, aunque en aquel año incluso se contrató –por parte del América– al brasileño José Dirceu Guimaraes, nombrado tercer mejor futbolista de la Copa.
Por lo pronto, ha empezado el Apertura 2016 y la jornada inicial dejó un recuento de apenas 17 goles, muy pobre para “un torneo de clase mundial” (como se presumió en su presentación hace 4 años) y en el que el exceso de jugadores foráneos resulta hasta ofensivo.
Habrá que estar atentos a las cifras de concurrencia en los estadios de la 1ª. División del país, pues según “World Football”, hace un año, la Liga MX estaba calificada como una de las 5 con mejor promedio de asistencia a nivel mundial.
¿El aficionado decidirá hacer borrón y cuenta nueva y brindarle una nueva oportunidad para congraciarse, aunque sea a nivel de clubes, al bocabajeado balompié mexicano?