Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
Hacía tiempo que el aficionado común mexicano al fútbol no vivía con la sensación de frustración que aún persiste después de la derrota y eliminación de los Juegos Olímpicos 2016, adonde la Selección Mexicana llegó como campeona. Y es que montados en los éxitos de las representaciones Sub-17 en 2005 y 2011, y en la medalla de oro conseguida a toda ley en Londres 2012 (en el anterior ciclo olímpico), no fuimos pocos los que creímos posible que se pudiera repetir el oro en Río de Janeiro.
Si a eso le aunamos el ridículo reciente en la Copa América, con la Selección mayor, muchos nos “refugiamos” en esta representación juvenil Sub-23 con la ilusión de que otra vez nos enseñara el camino al éxito y al triunfo.
Y más cuando luego de la primera jornada vimos que tuvimos a la siempre poderosa Alemania en la lona y si no le ganamos fue por fallas propias, ofensiva y defensivamente; y que otros seleccionados respetables en el mundo balompédico, como el local Brasil y la misma Argentina, iniciaron la justa mostrando altibajos. Es decir, pasando la primera ronda México podría encontrar camino más o menos a modo para encaminarse a la final y asegurar una medalla.
¿Qué pasó? ¿En qué se falló? Me permitiré dar mi opinión sobre este tema, sobre todo para los lectores de otra parte del mundo, que poco o nada conocen del balompié mexicano:
Como siempre en México, no hay seguimiento ni siquiera cuando hay una ruta victoriosa. No se dio en divisiones menores después del cetro Sub-17 en 2005 (donde muchos integrantes de aquel plantel ni siquiera lograron debutar en 1ª. División), y tampoco lo hubo luego del bicampeonato en esa categoría ni tras la medalla áurea en Londres. Generaciones desperdiciadas, talentos perdidos. Por ejemplo, el capitán de aquel seleccionado que hace 5 años triunfó en el Mundial en nuestro país, Antonio Briseño, con buen físico y grandes cualidades como zaguero central, con amplio palmarés internacional, quien en una mala decisión personal firmó contrato con los Tigres de la UANL (club que es como un “cementerio de lujo” para muchos futbolistas novatos) y que perdió 2 años de su carrera hundido en una banca y ahora tiene que intentar retomar su nivel en la Liga de Ascenso (2ª. División), es quien mejor refleja la falta de oportunidades que tienen los chavos mexicanos en su propio país. Si el “Pollo”, con todo lo que destacó en esa Copa del Mundo Sub-17, no ha encontrado el camino hacia la consagración, ¿qué pueden esperar otros que no brillaron tanto o que ni siquiera participaron en la cancha y que fueron parte de aquel plantel? Muchos de ellos pudieron haber integrado esta Selección Olímpica, y no fue así, por ceguera directiva.
Desde el principio, el panorama para el DT Raúl Gutiérrez (que guió al título mundial de la categoría a la Selección Sub-17 en 2011) no fue cómodo, pues clubes mexicanos y europeos se negaron a facilitar a sus jugadores en tiempo y forma para ir conformando un plantel sólido e integrado táctica y anímicamente. Guadalajara y Pachuca –los equipos que de alguna manera más apoyan al futbolista mexicano– siempre antepusieron sus intereses particulares a los de la Sub-23, impidiendo que los talentos de sus canteras se pusieran a las órdenes del “Potro” en torneos como el propio Preolímpico o el Esperanzas de Toulon, bajo el argumento de que no se trataba de Fechas FIFA y que por lo tanto no existía una obligación formal de cederlos. También instituciones europeas se negaron a prestar a quienes pudieron ser refuerzos de ofensiva para Río de Janeiro, como Raúl Jiménez (Benfica) o Jesús “Tecatito” Corona (Porto). La historia no fue distinta en la gira que el combinado nacional hizo por el continente europeo semanas antes de los Juegos. Hasta el mediocampista Rodolfo Pizarro expuso públicamente su descontento por el poco respaldo hacia la Sub-23 pese a que iba a participar, como campeona defensora, en un evento de la envergadura de las Olimpiadas.
La mala elección de 2 de los 3 refuerzos mayores de edad también pesó en contra. Basándose en el antecedente de que en 2012 José de Jesús Corona fue clave con sus atajadas en el marco mexicano para lograr el título, se quiso “copiar” la receta llamando esta vez a Alfredo Talavera, quien en ninguno de los 3 duelos de la Sub-23 marcó diferencia a favor. Nervioso, no ejerció liderazgo alguno desde atrás en ninguna de las 3 actuaciones mexicanas y fue responsable directo del gol en contra ante Islas Fidji que nubló más el panorama en un domingo gris para los aztecas. Además, se convocó a un defensa como Jorge Torres Nilo que lleva por lo menos año y medio sin hacer nada, pero nada sobresaliente en los Tigres, equipo en el que su carrera se ha estancado y donde solamente “nada de a muertito” y sale a cumplir con el mínimo necesario para preservar la titularidad y el (jugoso) contrato, en una institución donde no existe demasiada exigencia hacia los jugadores. El único acierto fue repetir el llamado al goleador Oribe Peralta, que lo justificó anotándole a Alemania, si bien disputó más de medio partido contra Fidji en pésimas condiciones físicas por su fractura en la nariz, lo que lo obligó a regresar a México y perderse el decisivo encuentro vs. Corea.
También influyó el flojo desempeño de quien se pensó sería la figura del equipo, y de quien se habla que en el mercado invernal emigrará al futbol inglés: Hirving Lozano. ¿Qué le pasó? ¿Llegó lesionado a Río? ¿Se “arrugó” ante la presión de ser considerado como el que debería marcar la diferencia en el ataque junto a Oribe? ¿Se cuidó porque ya tiene asegurado contrato en Europa para la presente temporada? Por lo que fuera, el “Chucky” no sobresalió, se vio impreciso y no hizo prácticamente ninguna jugada destacada.
Los nervios y la presión se “comieron” al seleccionado tricolor, y es que ya en Río, y aunque a final de cuentas Guadalajara y Pachuca conformaron la base del equipo, y pese a que ante Alemania se hizo una buena presentación con el juego desplegado y se dejó escapar la oportunidad de ganar el partido, el declive vino ante Islas Fidji. A esta representación, Corea del Sur le aplicó un sádico 8-0 en la primera jornada, por lo que puso a México ante la obligación de por lo menos hacerle a los de Oceanía la misma cantidad de goles para no complicar la calificación a la segunda ronda. Y nadie en su sano juicio dudó de que el “Potro Team” no llenara de cuero a Fidji y se encaminara con prestancia al éxito olímpico. Pero el equipo salió engarrotado, sin ideas claras, y se desperdició todo un tiempo, 45 minutos en los cuales no solo no se le pudo anotar un bendito gol a los toscos jugadores amateurs oceánicos que lo único que deseaban interiormente era que no los acribillaran de nuevo, sino que se le obsequió un tanto, que puso más piedras en el aspecto psicológico a la oncena mexicana. Fue hasta la segunda parte en que se encontró la luz, si bien solo se consiguieron 5 goles, que desde entonces muchos percibimos como insuficientes, visto como estaba que Fidji era el rival que indirectamente iba a “otorgar” el boleto a México, Corea del Sur o Alemania a la ronda siguiente. Para colmo, las lesiones de Peralta y de Pizarro complicaron no solo tácticamente sino hasta mentalmente el esquema de Gutiérrez.
Y ante los asiáticos –el “coco” nacional en enfrentamientos de esta categoría, y que obtuviera medalla de bronce en Londres 2012– se jugó un encuentro pésimo y terminó cayendo 0-1 para ser eliminado vergonzosamente de la justa olímpica.
Después de este recuento, a pensar lo peor: ¿qué va a pasar con esta generación de chavos que fracasaron lisa y llanamente en su misión de repetir colgándose el oro en Río? A como están las cosas en nuestro bocabajeado futbol nacional, donde se privilegia al extranjero y se menosprecia al talento local, no se ve la luz al final del túnel. Si la mayoría de aquellos campeones Sub-17 de 2005 y 2011 se perdieron en el olvido y algunos no pudieron siquiera llegar a debutar en 1ª. División pese a ser campeones mundiales, si algunos de los héroes de Londres 2012 también 4 años después algunos andan a salto de mata o han perdido vigencia (Jorge “Chatón” Enríquez, por ejemplo), ¿qué podemos esperar para estos jovencitos que cargarán para siempre con el estigma de no haber podido siquiera superar –por la razón que sea, y aunque ellos sean más víctimas que culpables– la ronda de grupos en la defensa del oro?
Quisiera ser optimista y pensar que la gran mayoría de ellos irán abriéndose paso en 1ª. División e incluso en Europa para consagrarse individualmente. Pero los antecedentes, la historia misma del balompié azteca con sus errores cíclicos, nos llevan a caer en el pesimismo.