Última actualización 17 septiembre, 2021 por Alberto Llopis
Hubo un tiempo en el que los futbolistas eran tipos normales. Los jóvenes de hoy en día, tienen como ídolos a futbolistas llenos de tatuajes, con botas de colores, jugadores de fútbol musculosos, guapos, con un peinado diferente cada semana y millonarios con coches espectaculares entre otras cosas. Por eso, estos jóvenes que no han vivido otro fútbol pensarán que estamos locos si leen este artículo. No tanto esa generación que durante los 80 y los 90, vivió este deporte de otra manera.
Cuando los futbolistas eran tipos normales, currantes del balón
Ese tiempo cuando los jugadores de fútbol eran verdaderos trabajadores de este deporte, currantes, bien pagados pero en general muy lejos de ser millonarios como los de hoy en día. El devenir de los tiempos marca las tendencias en esta vida. La moda no es ajena en ningún campo de la vida, pero en la época donde nos dirigimos en este articulo la palabra metrosexual hubiera sido confundida por otra cosa, seguramente.
Antiguamente, los futbolistas solían ser calvos con rodapié alrededor de la nuca y las sienes, con bigote y con una condición atlética bastante cuestionable, tirando a fondones casi todos. Los que tenían pelo, eran melenudos pero no solían presentar una forma física espectacular ni anunciaban calzoncillos como los de hoy en día. Sencillamente los futbolistas eran tipos normales.
Las botas eran negras para todo el mundo, si hacia frío salían en camiseta de manga corta porque no había otra, porque jugaban toda la temporada con la misma. En vez de pantalones cortos, en los 80 usaban casi calzoncillos donde exhibían sus rudas piernas peludas, en los 90 los pantalones ya eran más normales pero seguían sin verse futbolistas depilados, mucho menos que tatuajes en las piernas. Con 30 años, muchos de ellos aparentaban 55 y no pasaba nada.
Los guerreros del fútbol pre-metrosexual
Una época donde el postureo hubiera sido considerado un insulto a los valientes aficionados que acudían a los campos y veían el partido de pie frente a unas frías vallas de acero. En campos de fútbol donde el césped no era una alfombra y muchas veces era un cúmulo de barro donde era casi imposible jugar pero donde los más grandes, eran capaces de hacerlo. Era barro con algo de césped y no al revés.
No llevaban pendientes ni peinados estrambóticos, por lo menos los pocos que tenían pelo ni mucho menos se les ocurría tatuarse brazos, antebrazos, pecho, espalda, piernas e incluso manos y cuello como muchos jugadores de hoy en día. Hablamos de una época que parece muy lejana en el tiempo pero que no lo es tanto, no nos hemos ido tantas décadas aunque parezcamos el abuelo cebolleta contando estas historias.
Tato Abadía, Rafa Paz o Carmelo ‘El Beckenbauer de la Bahía’ por poner un ejemplo, no tenían una legión de fans, y no vendían nada. su aspecto físico y forma de vida distaban mucho de ese estereotipo. Las estrellas de esa época como Hugo Sánchez, que eran mejor valorados tampoco, como mucho anunciaban pasta de dientes.
Eran simplemente currantes del fútbol que salían a partirse la cara al terreno de juego porque era su trabajo de verdad, porque si no lo hacían no comían. No ganaban millones ni eran estrellas estrelladas, eran jugadores que podían ser el taxista que te lleva a casa en una noche de borrachera, el frutero simpático, calvo y con bigote de tu barrio o el fontanero que acude cuando se te inunda la casa por un grifo. De hecho la gran mayoría de ellos acabó como currante tras dejar el fútbol. Era otra época, era el fútbol de ayer, era otro mundo, uno que mucha gente echa de menos ante tanta tontería y estupidez en el fútbol actual.