Última actualización 5 abril, 2024 por Alberto Llopis
Que las aficiones de Sevilla y Betis no se llevan excesivamente bien es algo que no escapa a nadie. La rivalidad por el dominio de la ciudad a nivel futbolístico es algo que viene de lejos, muy lejos pero lo ocurrido hace unos años rayó lo absurdo. Lo ocurrido a finales del siglo pasado fue posiblemente lo más surrealista que se recuerda en la historia reciente del fútbol.
El Real Betis, recibía en el último partido de Liga 96-97 al Sporting de Gijón en el Benito Villamarín. Una victoría asturiana condenaba al Sevilla al pozo de la Segunda División. La hinchada bética, consciente de que el mal ajeno suponía la alegría propia no se lo pensó dos veces y apoyó de forma incondicional a los visitantes.
Los jugadores sportinguistas fueron ovacionados por megafonía, recibidos con un sonoro aplauso al saltar al campo e inclusive se coreaban las oportunidades forasteras. Las cosas iban más allá, los propios jugadores béticos eran pitados cada vez que creaban algo de peligro. El delirio llegó con el gol de Cherishev en el minuto 56 que ponía el definitivo 0-1. El estadio se caía de la emoción. Al terminar el encuentro, los jugadores rojiblancos se permitierón el lujo de dar hasta una vuelta de honor para darle las gracias al público. Como no podía ser de otra forma, el Sevilla bajaba, para alegria de toda la parroquía verdiblanca. Lopera justificó la derrota por las numerosas bajas del equipo.
Pero como el refranero dice que dónde las dan, las toman y que el que la hace, la paga, la historia se iba a repetir tres años después. En esta ocasión, otro equipo asturiano, el Oviedo se jugaba la permanencia en el Sánchez Pizjuán. Una victoria de los ovetenses acababa con el Betis en Segunda. El Sevilla por su parte, tras una temporada horrible, ya había consumado su descenso hacía varias jornadas y no se jugaba nada.
Efectivamente, la venganza se iba a consumar. Un Sevilla totalmente apático perdería por 2-3. El aficionado del Sevilla, a semejanza de lo ocurrido en el Villamarín, aplaudió a rabiar al rival y silbó al suyo. Los jugadores sevillistas también ayudaron. Sin apenas presión, ni intensidad vierón como los asturianos, se ponían 0-3 en el marcador. Un marcador que podía haber sido un 0-15 si hubierán aprovechado de forma eficaz las innumerables oportunidades malogradas. En los últimos minutos, el Sevilla maquilló el resultado con un 2-3 tapando un poco el «regalito».
Daba igual, el objetivo estaba cumplido y tanto sevillistas como béticos habían bajado. Por cierto, el R. Betis lo haría con una plantilla de ensueño, donde se encontraban Denilson, Cuellar, Prats, Finidi, Alfonso, Filipescu, Cuellar y otros muchos jugadores destacados del momento. Ese mismo año también bajaría el Atlético de Madrid con otra plantilla de ensueño pero eso ya es otra historia.