Última actualización 16 abril, 2024 por Alberto Llopis
Pocas veces en la vida una rivalidad entre dos equipos empieza tan pronto como sucedió con el clásico del fútbol peruano entre Universitario y Alianza de Lima. Estos dos equipos se enfrentaban en primera división por primera vez en su historia el domingo 23 de septiembre de 1928. Alianza era el club por excelencia de la ciudad. El grande, el que había estado en Primera División desde que ésta había empezado. En cambio, la Federación Universitaria de Deportes ( que luego cambió a Universitario) era un conjunto que sólo tenía experiencia en amistosos y partidos universitarios.
Sin embargo, la Federación Peruana en un gesto hacía la Universidad de Lima, decana de América, decidió invitar al equipo a disputar el Campeonato de Selección y Competencia, equivalente a la Primera división nacional. Una invitación que iba a cambiar el destino del fútbol peruano.
El transcurso de la temporada ya empezaba a generar una rivalidad que se quedaba en el aspecto deportivo. Alianza, ganador en 1918, 1919 y 1927, era líder con dos puntos más que Federación Universitaria. Sin embargo, ambos equipos debían enfrentarse en el Estadio Nacional en un partido que se presentaba vital para el desenlace del campeonato.
Un partido muy tenso
El partido, con un estadio repleto, no defraudó a nadie. Ya de comienzo se producía el único gol del partido en el minuto 7, un tanto de Pacheco que iba a dar la victoria a la futura «U». El tanto, lejos de tranquilizar a los equipos encendió la mecha de un espectáculo grotesco. Los jugadores de ambos equipos se enfrascaron en una seguidilla de constantes acciones bruscas que poco a poco degeneró en más de una gresca. Patadas, puñetazos, agarrones y un sinfín de juego socio protagonizaron los siguientes minutos.
Tanto fue así que el partido tuvo que ser suspendido por el árbitro uruguayo Julio Borelli nueve minutos antes de cumplirse el tiempo reglamentario, ya que los aliancistas se habían quedado con seis jugadores tras las expulsiones de Miguel Rostaing, Juan Rostaing, Julio Quintana, Alejandro Villanueva, Alberto Soria, que habían protestado de forma acosadora al árbitro una jugada polémica.
El Clásico de los bastonazos
Tanta tensión, como no podía ser de otra forma, se trasladó a las tribunas de madera del viejo Estadio Nacional, donde el jugador aliancista Filomeno García fue increpado por su juego brusco desde la tribuna por un grupo de universitarios simpatizantes del equipo estudiantil -en su mayoría jóvenes de la alta sociedad limeña, y que fueron al partido luciendo traje, escarpines, guantes, gorra y bastón ( de ahí el bautizo del «clásico de los bastonazos». Estos desalmados de «guante blanco provocaron la reacción de García que se revolvió al público pidiendo explicaciones y dando paso a la batalla.
Cuando los aliancistas fueron en defensa de su compañero, lanzando patadas contra los hinchas tan bien vestidos, los aficionados rivales les corrieron a bastonazos. La imprudencia y temeridad de los jugadores aliancistas hizo que para contrarrestar la protesta del público, se treparan a las tribunas. El público los repelió a puñetazos y el escándalo cobró mayor intensidad. La discusión creció tanto que el público se arremolinó provocando la intervención de la policía. Como anécdota entre los jugadores aliancistas el único que se salvó de la crítica de la prensa es Montellanos, a quien consideran caballeroso y pulcro.
Ante semejante espectáculo, el colegiado decretó el final. dando paso a que los universitarios festejaran por las calles de Lima el triunfo de 1-0 que a la postre les permitiría ganar luchar por un título que acabarían perdiendo en dos partidos de desempate. La Federación de fútbol sancionó a los jugadores de Alianza por el escándalo, suspendiendo a Miguel Rostaing y a Julio Quintana, sanciones que nunca se cumplieron.