De la xenofobia al malinchismo futbolero

Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis

Lo que un astro de las canchas, profesional intachable y goleador implacable como el brasileño “Cabinho” no logró en los años 70, hoy parece lo más fácil del mundo como extranjero, jugar a través de la naturalización en la selección mexicana. El mediocre paso de esta, y su gris actualidad, ha llevado a los directivos a tomar la decisión de convocar a 2 nacionalizados como “tanques de oxígeno” en la carrera hacia Brasil 2014.

Hace casi 40 años, en un planeta sin la globalización y la apertura actual, la opinión casi generalizada de prensa y afición fue un rotundo “no” a  la participación de jugadores foráneos que triunfaban en nuestro país en el Tricolor. No fue solo Evanivaldo Castro quien no logró ponerse la playera verde, sino también el portero argentino Miguel Marín o el mediocampista español Benito Pardo. En los 3 casos pudo más el tradicionalismo y la xenofobia de aquellos años que la entrega de futbolistas que mucho pudieron haber aportado a nuestro representativo nacional como lo hicieron en cada cancha donde se pararon durante su exitosa trayectoria, en una época donde la selección navegaba por aguas oscuras y ni siquiera se soñaba con tener éxitos internacionales.

Cabinho no llegó a jugar con México pese a nacionalizarse. Eran otros tiempos.
Cabinho no llegó a jugar con México pese a nacionalizarse. Eran otros tiempos.

Hoy, claman algunos, se ha caído en un marcado malinchismo, el polo opuesto, al nominar a jugadores de “medio pelo” solo porque hicieron su trámite ante las autoridades migratorias (Lucas Ayala y Matías Vuoso son 2 claros ejemplos en años anteriores). El llamado de Christian Giménez y Damián Alvarez por parte de José Manuel De la Torre (¿obligado por las circunstancias o por los directivos?) no es más que la “crónica de una ‘solución’ anunciada”, y entrecomillo el término solución porque –ojalá me equivoque– creo que ambos argentinos no serán un revulsivo en el combinado verde, porque sus mejores años ya pasaron y, casualmente, tras jugar en el Pachuca –donde coincidieron a mediados de la década pasada– han caído en un conformismo alarmante y sus pasajes destacados se pueden contar con los dedos de una mano (y a lo mejor hasta sobran dedos).

Justo hoy que escribo este artículo se cumple un año de aquella maravillosa gesta de nuestro balompié, obteniendo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres al ganarle nada menos que a uno de los “gigantes” de siempre en este deporte, Brasil. Han pasado 365 días de aquella tarde en “Wembley”, en que se tocó el cielo y creímos estar ya en la élite futbolera. Se hablaba de camadas de atletas integrales, física, táctica y mentalmente fuertes que en los años venideros obtendrían mayores triunfos. Sin embargo, la ruleta dio vueltas y se detuvo en el casillero donde menos esperábamos aquel 11 de agosto de 2012: en el del fracaso, las dudas y la mediocridad, 3 jinetes del Apocalipsis sobre los que cabalga hoy por hoy la ilusión de la vasta afición azteca, que ha sufrido hasta lo indecible con este 2013, con un hexagonal clasificatorio de pesadilla, una Copa Confederaciones de vulgaridad y una Copa Oro de vergüenza.

Pasada la amenaza de la “guillotina” sobre el DT del Tricolor, que fue respaldado hace 2 semanas por una mayoría de directivos pese a sus últimos malísimos resultados, el siguiente paso fue “fortalecer” a la Selección y la mejor idea que se les ocurrió fue convocar a extranjeros naturalizados, como si ellos portaran la varita mágica que automáticamente hará que cambie el panorama. Claro que la llegada del “Chaco” y el “Enano” significará un “pellizcón” para muchos jugadores que en los últimos meses han tenido un bajón significativo en su desempeño y que se han mantenido en la selección bajo argumentos discutibles como “juegan en Europa” o “porque no hay nadie más de su calidad en el país”, y entre ellos podría incluirse a “la eterna promesa” Giovani Dos Santos o a Javier Aquino, ambos participando en España en el mismo club, el Villarreal.

Giovani Dos Santos y Javier Aquino, compañeros en el Villarreal y en la selección mexicana.
Giovani Dos Santos y Javier Aquino, compañeros en el Villarreal y en la selección mexicana.

Era un secreto a voces que de continuar los malos resultados del equipo del “Chepo” De la Torre en partidos oficiales y amistosos, y por el poco tiempo disponible para pensar en un cambio en el timón, se iba a recurrir a nacionalizados. De hecho el actual torneo Apertura 2013 es el que tiene el récord de naturalizados en nuestro balompié casero, con 14 futbolistas (argentinos la mayoría, pero también colombianos, brasileños y paraguayos) que no ocuparán plaza de extranjero. Para comparar con otras ligas latinoamericanas, en Argentina y Uruguay solo participa un jugador nacionalizado, en tanto que en Chile y Brasil el número sube a 2. Claro que en el proceso de adopción de una nueva patria influye el obvio deseo de no ocupar plaza de foráneo y facilitar así su contratación en equipos de 1ª. División y Liga de Ascenso, sino también “acomodarse” perfectamente en un país que tradicionalmente recibe muy bien a sus visitantes.

Incluso algunas encuestas realizadas por medios especializados entre aficionados mexicanos a este deporte reflejaron que el rechazo no era tan fuerte a la medida, pues 47% de las personas abordadas veían con buenos ojos que se recurriera a futbolistas extranjeros con trayectoria amplia en nuestro país. Hace 40 años, un estudio de opinión de este tipo seguramente hubiera arrojado cifras en contra, pese a que, por ejemplo, el gallego Benito Pardo llegó a vivir con su familia a Chiapas en plena pubertad e hizo sus estudios profesionales en Monterrey antes de incursionar en el futbol profesional.

Hoy, no solo eran Giménez y Alvarez los nombres que sonaban, sino también el de Lucas Lobos, otro argentino que tuvo un discreto paso en el Cádiz español y que luego se “estacionó” en México, donde ya fue campeón de Liga. Pero, insisto, ninguno de ellos ha sido un fuera de serie, como lo fue “Cabinho” en su tiempo, como para creer que nuestra selección dará un salto de calidad que la llevará a al Mundial. Con el argumento de que “casi todas las selecciones tienen naturalizados u oriundos”, los directivos mexicanos borraron de un plumazo una vez más el discurso patriótico (como lo hizo Ricardo Lavolpe para la Copa del Mundo 2006 convocando a Antonio Naelson “Sinha” y a Guillermo Franco) y “palomearon” el llamado de quienes ahora tendrán encima los ojos del público y de la crítica especializada y que, en esa medida, deberán dar el extra en la cancha, pues los “puristas” criticarán que por convocarlos a ellos se les reduzcan las posibilidades a futbolistas mexicanos.

Lucas Lobos el argentino de Tigres acaba de nacionalizarse mexicano y suena para la selección.
Lucas Lobos el argentino de Tigres acaba de nacionalizarse mexicano y suena para la selección.

Si Italia levantó la Copa del Mundo en 2006 con un argentino en su plantel, Alemania ha alineado a turcos y polacos, y España fue campeón europeo con un brasileño en sus filas, ¿por qué México iba a quedarse atrás de este fenómeno? ¿Por qué no dejar atrás la frase de “con los de acá podemos”?.  Como sea, esperaremos que tanto el “Enano” como el “Chaco” se conviertan, por obra y gracia de un milagro, en aquel jugador imaginario que describe el genial Eduardo Galeano en “Fútbol a sol y sombra”: “por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”.

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