Última actualización 14 octubre, 2014 por Alberto Llopis
De sobra sabemos que el mundo del fútbol no está siendo ajeno a la crisis. Contrataciones a coste cero, equipos que no pueden pagar, huida de talentos al extranjero. La larga recesión que afecta a la sociedad española se traslada al deporte rey, que, sin embargo, encuentra todavía algunos resquicios privilegiados. Es el caso del salario mínimo interprofesional (SMI). En un país que presume de tener uno de los SMI más bajos de Europa con apenas 645,40 euros (unos 9034 euros contabilizando las pagas extras), el fútbol parece vivir otra dimensión.
Otra dimensión porque en Primera División (al margen de tener un jornada laboral de siete horas como máximo contando compromisos y obligaciones sociales o publicitarias) el salario mínimo interprofesional se dispara a 129.000 euros, 14 veces más que el SMI de cualquier trabajador. Una alta cifra que eso sí se reduce a la mitad en el caso de la Segunda donde se cobra 64.500 como mínimo, y que se empequeñece todavía más en la Segunda División B donde el convenio colectivo apenas supera los 12.000 euros de mínimo.
Más allá del salario mínimo, el futbolista profesional encuentra otros lujos donde todavía no ha habido tijeretazo. No puede disponer de concentraciones más largas de 72 horas en partidos que impliquen desplazamiento o 36 si se juegan en casa. Tiene derecho a día y medio de descanso y no juega partidos oficiales del 23 de diciembre al 2 de enero debido a las vacaciones de Navidad.
La particular burbuja futbolística escandaliza si se compara con otros países o deportes. Alemania no cuenta con salario mínimo de manera legislada pero en la practica no permite sueldos por debajo de 36.000 euros en Primera y 24.000 en Segunda ni pagar menos de 8,50 la hora a los jugadores de la tercera categoría. Italia no cuenta con SMI y existen hasta una decena de futbolistas por debajo de los 90.000 euros, algo similar a lo que ocurre en Inglaterra, donde hay jugadores que compiten por 20.000 libras.
En ciclismo por ejemplo, un ciclista de equipo World Tour debe tener un salario mínimo de unos 32.000 euros al año; el de un equipo continental profesional (la segunda división), unos 25.000, y un equipo continental (la segunda B), de 22.000 si ha corrido antes en profesionales y de 12.000 euros al año si viene del campo amateur.
En baloncesto, el salario mínimo es de 60.000 euros para jugadores ACB mayores de 25 años, pero si se baja a los 18 años, se puede llegar a cobrar apenas 18.000 euros. En balonmano existen jugadores que cobran 900 euros mensuales y en fútbol sala incluso pueden llegar a percibir los 645 correspondientes a cualquier trabajador. Incluso el tenis tampoco es tan lujo como parece. Si bien depende de los méritos de cada uno y obviamente los grandes tenistas cobran suculantes cantidades astronómicas, un 200 del mundo en 2014 acredita unos ingresos de 95.000 euros en los últimos 12 meses, a los que debe de descontar viajes y hoteles además del gasto en entrenadores.
Mientras tanto, el fútbol parece vivir otra realidad, ¿hasta cuándo?