Iker Casillas, en la historia del fútbol español
Dicen que nada es para siempre, que nada es eterno. Dicen que nada logra sobrevivir al paso del tiempo, que todo llega a su final. Lo que parece eterno, tarde o temprano se desvanece. Quizás, en el fútbol esto se acentúe aún más. Historias de futbolistas, cuya vida permanece ligada a un equipo y a un escudo, siempre encuentran su ocaso. En ocasiones, la despedida es dulce, pero en otras es amarga. Iker Casillas se marcha del Madrid, odiado por unos y admirado por muchos.
Llegó con tan solo 9 años. Con la ilusión de un niño, Iker se enfundo por primera vez esa camiseta que portaba aquel escudo, un escudo que acabaría siendo su corazón. Soñaba con que el paso del tiempo le llevará a lo más alto: defender la portería del club que amaba. Gracias a su esfuerzo, su fe y, sobre todo, su trabajo, el destino le brindaría esa oportunidad tan y tan deseada.
San Mamés, la catedral del fútbol, se convirtió en el escenario idóneo para el nacimiento del mejor portero del mundo. Aquel 12 de septiembre pasó a ser una fecha inolvidable para Casillas, el madridismo, y para el fútbol en general. Sobre el viejo y batallado césped de Bilbao, Iker custodiaba por primera vez la portería del primer equipo del Real Madrid.
Ya ha llovido desde entonces, 16 años concretamente. Dieciséis temporadas en las que Iker Casillas se ha consagrado como el mejor guardameta del Madrid, y del fútbol español. A lo largo de todo ese tiempo, hemos tenido la fortuna de presenciar paradas de todos los colores, muchas de ellas, incluso, escapaban a la imaginación. Paradas que han servido para ganar todo lo habido y por haber, tanto a nivel de club como a nivel de selección. Paradas que han agrandado su leyenda, y la de su equipo.
Los últimos años de su carrera deportiva han sido difíciles, sí. A pesar de ello, Casillas ha seguido fiel a sus principios, y ha intentado darlo todo por el Real Madrid y por la selección española. Su sueño era retirarse en su casa, en el Santiago Bernabéu, bajo el calor de su verdadera afición, esa que tanto ha coreado su nombre y le ha arropado en lo bueno y en lo malo. Finalmente, no ha podido ser.
El “Santo”, como así le llaman, hace las maletas y se marcha a Oporto. Portugal tendrá el privilegio de seguir disfrutando de los muchos milagros que seguro le quedan por hacer a Iker bajo los palos.
Desgraciadamente, el fútbol vive del presente y su memoria es corta, aunque el recuerdo de los más grandes siempre permanece vivo en la historia y en los que amamos este maravilloso deporte. Tú, Iker Casillas, eres símbolo del Real Madrid, de España, y de todo el fútbol. Tus hazañas, las que ocurrieron en el pasado y las que aún están por venir, nunca caerán en el olvido.
Por último, solo decir, en este caso escribir, una última palabra: GRACIAS. Gracias por hacernos partícipes de tantas alegrías. Gracias por hacernos ver la belleza de ese fútbol que tiene lugar cerca de la línea de gol. Gracias por enseñarnos a creer que lo imposible es posible. En definitiva, GRACIAS POR TANTO, Iker.