Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
El triunfo contundente, lapidario, incontestable, del Barcelona en el Mundial de Clubes, puso nuevamente en la palestra una forma de ver el fútbol que en muchos países y equipos permanece ignorada, el jugar bajo 2 conceptos básicos: con una base “hecha en casa” y con un estilo táctico asimilado desde las fuerzas básicas y que ha sido respetado pese al paso de los años, directivos, entrenadores y futbolistas.
En tiempos de globalización, abiertas indiscriminadamente las fronteras del balompié, donde no extraña ver alineaciones con mayoría de jugadores extranjeros en cualquier liga del mundo, ese club sigue firme en su filosofía y desde hace casi una década ha asumido el compromiso de privilegiar el trabajo en La Masía. Por ello, desde la llegada al timón azulgrana de Pep Guardiola, en 2008, se realizó una “limpia” de elementos que aunque le habían dado lauros al club y tenían un nombre ganado alrededor del balón, no encajaban en su filosofía no tanto de juego, sino de trabajo y de sacrificio: los brasileños “Ronaldinho” y “Deco”.
Entonces el de Sampedor le dio la alternativa a Lionel Messi (nacido en Argentina pero madurado precisamente en Can Barça desde los 12 años), e hizo que el plantel gravitara en torno a su órbita genial, y bajo el liderazgo moral y táctico de otros cracks nacidos en la residencia y academia formativa del club: Carles Puyol, Andrés Iniesta y Xavi Hernández. Luego, mandaría al ruedo a otros chavales (Sergio Busquets y Pedro Rodríguez) que pronto, con desparpajo, asumirían la responsabilidad adueñándose de la titularidad azulgrana y proyectándose a la selección española que dominó Europa y el mundo por varios años.
Después de la partida del “Filósofo”, al banquillo catalán han llegado otros estrategas (Tito Vilanova, Gerardo Martino, Luis Enrique Martínez) y se han ido símbolos (como Puyol y Xavi), pero la esencia se ha conservado casi intacta, y los resultados están a la vista. El “tiqui taca” con afanes ofensivos, buscando siempre llegar con pelota dominada al área rival en el menor tiempo posible, no solo es un sello de identidad por todo el planeta, su ADN, sino que además es una marca que asegura títulos y aplausos.
Mientras tanto, el gran rival en España, el Real Madrid, va por la senda contraria: comprando aquí y allá, tratando de construir a golpe de chequera lo que no ha podido y querido con trabajo y paciencia. No hay una metodología definida, ni dentro ni fuera de la cancha. Tácticamente, ha pasado por diversos estilos hasta contrapuestos (José Mourinho y Carlo Ancelotti), sin lograr encontrar un punto de coincidencia que nos permita descubrir a qué juega el otrora glorioso club merengue.
En otros países no es distinto: en Inglaterra, el Chelsea padece de lo mismo (precisamente acaba de cesar a “The Special One”, después del título liguero en 2014) y satura su plantel de refuerzos extranjeros, no importando su precio, sin que ello signifique atrapar el respeto de aficionados y prensa por el futbol desplegado.
Y el pernicioso ejemplo ha llegado hasta Mexico, donde el campeón Tigres, el América y el Monterrey (las franquicias con mayor poder adquisitivo) empezarán el 2016 en el sinsentido de tener hasta 12 jugadores foráneos –entre extranjeros y nacionalizados–, sin que ello les garantice el éxito, y además, creando un muro casi insalvable en el que se estrellarán los sueños de decenas de chavos mexicanos que perderán el tiempo esperando una oportunidad que, a este paso, seguramente no llegará en 1ª. División, en un país que no se caracteriza precisamente por el surgimiento por hornadas de nuevos valores.
Así, elogiada desde 2002 como una de las mejores escuelas deportivas del mundo, en La Masía, fiel al ADN, se ha fraguado esta dinastía que ha llevado al Barça a ser considerado como el mejor equipo de la historia del futbol. Una identidad y un ejemplo que debería ser imitado por otros clubes de todas las latitudes.