Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
En uno de los peores momentos de su Selección Nacional en los últimos años –con la calificación al siguiente Mundial prendida con alfileres–, con un auténtico “baile de franquicias”, con un nuevo (y millonario) patrocinador de la Liga, con un récord de extranjeros naturalizados, con declaraciones de jugadores o ex jugadores que ponen en entredicho la seriedad y honestidad del fútbol casero, ha comenzado un torneo más en México.
La afición local, que durante 2 años, entre 2011 y 2012, vivió una verdadera “luna de miel” con sus representativos nacionales en distintas categorías –con logros que incluyeron un título mundial Sub-17 y una medalla de oro en Juegos Olímpicos–, ve con tristeza y decepción como los fracasos se van hilando uno a uno, y se han acentuado con las recientes eliminaciones en las Copas Confederaciones y Oro, que se enfrentaron con diferentes expectativas y planteles, pero que dejaron en claro que lo que en un principio se pensaba era un bache, hoy es todo un precipicio.
Y en tanto a nivel selección este lunes 29 de julio será clave para decidir el futuro del llamado Tricolor (se habla de un inminente cese del director técnico José Manuel De la Torre), en el medio casero la indiferencia y escepticismo del público hacia el campeonato crece semana a semana. Aunque se han hecho cambios queriendo hacer creer que hay un “nuevo fútbol mexicano”, la realidad es que son puramente cosméticos, maquillaje puesto al mismo sistema de siempre, y que no hay ninguna modificación de fondo.
El novedoso patrocinio de un banco español, del cual tomará el nombre el torneo, por un monto de 100 millones de dólares por 4 años, no es el primer paso que se ha dado en este país para hacer creer un supuesto “cambio de rostro”. Ya el año pasado se llamó Liga MX y se habló de una transformación radical en la estructura, y en los hechos todo siguió igual… o peor.
El balompié azteca continúa padeciendo los tumores malignos de siempre:
- En su afán de “copiar y pegar” las ideas de otras latitudes (aunque sea lo malo y extravagante, no precisamente lo mejor), no solo permanece la mediocre liguilla, sino que se disputan ¡2 torneos anuales! Así, se continúa apadrinando y fomentando la medianía por partida doble, pues de 18 equipos pueden calificar 8 a la exótica fase final, algunos de los cuales lo hacen apenas rozando el 50% de productividad, y no pocos de ellos a lo largo de la historia han sido campeones con ese rango de rendimiento con solo un poco de suerte en el último tramo de competencia.
- El sistema de transferencias, el llamado “draft”, que cada año –desde hace más de 2 décadas– despierta más críticas pero sigue tan firme como el volcán Popocatépetl, es rudimentario, pues los jugadores y las directivas llegan a este día con los tratos “amarrados” de antemano, en una ridícula pantomima que ya a nadie engaña.
- El llamado “pacto de caballeros”, que en traducción mexica podría resultar en un “acuerdo de mafiosos”, no es más que una alianza en que los directivos de los equipos locales se transforman en unos perfectos capos sicilianos para bloquear las carreras de futbolistas o entrenadores “incómodos” al sistema, por sus actitudes o declaraciones. Así, un dirigente puede (según su humor) aprobar o bloquear el pase un ex jugador suyo a otro club, sin ningún rubor.
- Los millonarios contratos y sueldos que se cobran en México resultan irrisorios comparándolos con el nivel de balompié que se practica semana a semana. Sin duda el nuestro es el futbol mejor pagado del continente americano, pero eso no concuerda con la calidad desplegada en las canchas.
- La falta de respeto a las plazas, en un “baile de franquicias” que ha restado credibilidad tanto a la 1ª, División como a la Liga de Ascenso, y causado molestia entre las aficiones afectadas. Aunque esto pasa cada año, lo del actual ejercicio 2013-2014 alcanzó niveles de Walt Disney: el equipo que descendió legalmente (Querétaro), solucionó el problema comprando una franquicia (Chiapas) para permanecer en la máxima categoría; irónicamente, el que ascendió y debió haberlo sustituido (La Piedad), no hizo uso de su derecho pues su propietario, argumentando falta de apoyos económicos, decidió vender la plantilla al mejor postor, y se mudó a Veracruz, una plaza histórica. Y como Chiapas se quedó durante algunos días sin futbol de alto nivel, decidió recuperarlo comprando otra franquicia en crisis económica, la de San Luis, y asunto arreglado. Kafka enloquecería viendo el fútbol mexicano: el club que desciende no desciende y el que asciende no asciende…
- La multipropiedad de equipos, supuestamente prohibida por la mismísima FIFA, es pecata minuta en tierras aztecas; hace años la empresa Televisa era propietaria de 3 franquicias en 1ª. División (América, Necaxa y San Luis), y aunque ahora solo conserva la primera de ellas –el actual campeón.
- Hay otros empresarios que se dejan ver en este rubro. TV Azteca no quiso quedarse atrás y hasta hace poco tiempo poseía a Morelia y a Jaguares de Chiapas en la principal categoría y a Toros Neza en la división de ascenso; hoy ha vendido a las 2 últimas y parece hacerse a un lado en este rubro. Sin embargo, el hombre más rico del mundo, Carlos Slim Helú (cuya fortuna, fincada principalmente en negocios en el ramo de la telefonía, se calcula en 72 mil millones de dólares) ha decidido invertir en el balompié y posee derechos en clubes como Pachuca, León y Estudiantes Tecos, restándole credibilidad a la competencia.
Independientemente de todo ello, hay otros temas que causan escozor entre los aficionados (sobre todo entre los “puristas”), como los 14 jugadores extranjeros que a partir de este mes de julio están registrados ya oficialmente como mexicanos al obtener su nacionalización (lo cual, aparte, les abre las puertas de la Selección Nacional) y que permite traer más elementos foráneos, muchos de ellos de dudosa calidad. Aparte, las recientes declaraciones de futbolistas que participaron en el torneo casero le han puesto la polémica a un torneo que necesita eso en las canchas y no ante los micrófonos, y cuestionan su seriedad.
El uruguayo Jorge “Japo” Rodríguez (“volvés al vestuario después de perder un partido y les da lo mismo, esa es un poco la bronca que te da. Si los puteás, les encajás una trompada o algo, ya se ofenden, sos extranjero, entonces hay cosas que tenés que bancarte –aguantarte–. Económicamente es perfecto pero en el sentido de meter en un partido difícil, entrar al vestuario y ver esas caritas de ‘no importa nada’, te da fastidio, a uno no le gusta perder ni a la bolita. Tenés todo, ropa, estadio, y que a los tipos les de igual, la verdad parece de locos pero es así. Acepté venir –a Uruguay– porque me gusta, si quisiera joda –diversión– me quedaba en México”).
El mexicano –de origen uruguayo– Nery Castillo («en México, la palabra libre no existe. Los jugadores están amarrados. Libre, en mi diccionario, que no fui a la escuela, quiere decir ‘voy a donde quiero’; pero ahí no es así: si estás ‘libre’, igual tienes que ir al equipo al que pertenecías, entonces no eres libre»).
El ex portero mexicano Omar “Gato” Ortiz, preso desde hace año y medio acusado de secuestro y asociación delictuosa, declaró después de que había dado positivo en doping y suspendido en consecuencia– (“comencé a usar la oximetadona y por supuesta sabía que estaba prohibida, pero con el tiempo fui pasando los controles antidoping y pensé que no pasaría nada; pasé 4, me confié, y luego llegó el juego en Colombia y todo cambió. Mi problema fue que creía que la Federación Mexicana de Fútbol hacía los análisis de manera correcta y cuando me tocó la de CONMEBOL salí positivo. En México las muestras se quedan en los estadios y nunca llegan a algún laboratorio”), revivieron asuntos que en la prensa nacional, normalmente alineada al poder, se tocan “de pasada” o hasta se evaden, en un perfecto “síndrome del avestruz”, con el que se cree que enterrando la cabeza en la tierra ya no pasa nada.
Para nadie es un secreto el aburguesamiento y resultadismo del balompié azteca, y cabría recordar la declaración hecha hace tiempo por otro sudamericano, el argentino César Gradito, sobre el mismo tenor: “en Argentina perdés y saliendo te revientan los cristales… en México perdés y salís dando autógrafos”.
Lo peor es que no pocos pensamos que los 25 millones de dólares anuales que pagará el banco patrocinador de nuestra liga vaya a invertirse en el desarrollo de las fuerzas básicas de los clubes; o en la mejora de instalaciones (canchas, gimnasios, casas-clubes); o en giras por el extranjero de equipos de categorías menores (sea de clubes o de Selección) para tener mayor roce internacional; o en cursos para entrenadores, auxiliares, preparadores físicos, doctores, kinesiólogos, psicólogos y hasta masajistas, todos ellos puestos de importancia en los cuerpos técnicos de los equipos; o hasta, ¿por qué no?, talleres y módulos para los directivos, donde lleven planeación estratégica, psicología deportiva, teoría del futbol (muchos apenas saben que se juega con un balón…), marketing, evaluación de proyectos y… ética.
Pero este es el fútbol que, como mexicano, nos tocó vivir…