Manual para alejar a los aficionados del fútbol

Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis

Últimamente conversando con amigos futboleros hemos coincidido en que los distintos intereses que rodean este deporte están “matando” nuestro interés por verlo y disfrutarlo. No me refiero a que muera la pasión que desde niños hemos sentido por el balompié, pues el cariño por el balón lo seguiremos teniendo hasta nuestro último suspiro, sino a que hace que nos alejemos de los estadios o de las pantallas, esperando solo los partidos “importantes” para interesarnos de nuevo. Y esto, por lo menos en México, no se debe a una sola razón, sino a muchos argumentos. Algunos de los que se a mí me ocurren son los siguientes, que conformarían un perfecto “Manual para alejar a los aficionados del fútbol».

Falta de respeto a los uniformes: Los cambios de camisetas cada año por los clubes provoca que no haya identidad, pues cada 12 meses transforman los uniformes y con grandes esfuerzos permanecen los colores originales de las instituciones; con el único afán de que sus aficionados compren las nuevas prendas, como si la situación económica del país permitiera eso. Por ello en las tribunas se ve cada vez a más seguidores con playeras de años atrás; además, las camisetas cada vez son más y más cubiertas por publicidad de todo tipo, y allá, en algún rincón, quedan casi escondidos el escudo (ya lo menos importante en el atuendo) y el número que identifica a cada jugador.

Rotación de jugadores: Cada vez es menor la estancia de los futbolistas en un equipo, y términos como permanencia y pertenencia ya no se conjugan, por lo menos en el balompié mexicano. Atrás, muy atrás, quedan los Antonio Carbajal, Cristóbal Ortega o Ignacio Flores, que toda su trayectoria la hicieron con un solo equipo en canchas mexicanas. Esto implica que los jugadores vean precisamente a las camisetas como desechables, y que no se comprometan con ellas, y que el público no los identifique con ningún equipo en particular, en este carrusel de movimientos que se da cada 6 meses.

Antonio Carbajal representa los viejos valores del fútbol hoy perdidos.
Antonio Carbajal representa los viejos valores del fútbol hoy perdidos.

• Programación con prioridades comerciales: Desde hace algunos años los horarios de los juegos los deciden las televisoras, no la Federación Mexicana de Fútbol ni mucho menos, los clubes, y claro, poco les importa a Televisa y a TV Azteca el público, quien verdaderamente sostiene el espectáculo. Así, los partidos se programan a conveniencia de los 2 “monstruos de la pantalla”, que si tienen el final de una telenovela, el comienzo de un reality-show o una pelea estelar de box, lo empalman con el encuentro importante de la semana, para que el aficionado permanezca sentado frente a la pantalla viendo la programación continua. Claro que los que “pagan los platos rotos” son quienes van físicamente a los estadios, porque los horarios suelen ser normalmente poco comunes o hasta inconvenientes para trasladarse a ellos. Pero el que manda, manda.

• Intereses mezquinos en el armado de los planteles: Antes, los equipos se integraban en base a los deseos tácticos de los entrenadores; hoy, estos tienen una mínima intervención y son pocos los casos de quienes logran imponer su opinión ante los directivos que, presionados o “amafiados” con los promotores, deciden quién llega y quién se va de un plantel. Obviamente, mucho menos pesa la opinión de los aficionados, que son el último eslabón en la cadena, y que muchas veces ven indignados cómo se despiden sin honor ni gloria a sus jugadores favoritos o se mantiene en nómina a auténticos parásitos, solo porque hay intereses creados de 2 o 3 grupúsculos de promotores en particular que han logrado dominar a no pocos equipos de 1ª. División.

• Jugadores faltos de compromiso: Todo este “cocktail” de sinrazones, provoca que el futbolista cada vez tome menos en serio su profesión. Monetarizados completamente, con escaso amor a la playera, buscando solamente ganar por un premio más jugoso o por un contrato más cómodo, no por cariño o identificación con el club, lo que se nota en los momentos y partidos difíciles, molestando y ofendiendo a los verdaderos aficionados.

• Ídolos de “barro”: Son pocos los que por su calidad en la cancha pretenden alcanzar el pedestal de “favoritos”, pero quienes se acercan a ese estatus no tienen la categoría ni personalidad para merecer ser nombrados así. Sin conciencia de que sus grandes sueldos y su valor mediático provienen del aficionado, ese al que “driblan” –como pocas veces se atreven a hacerlo con sus rivales en la cancha– en los hoteles de concentración o en los centros comerciales, con el teléfono celular pegado a la oreja o los audífonos bien puestos, para fingirse ocupados e ignorar las peticiones de autógrafos o de fotos, estos monigotes del fútbol merecen ser ignorados para que entonces comprendan a quién se deben y que ser figura pública implica también un correcto comportamiento fuera del terreno de juego.

• Estadios inseguros: Posesionados en buena parte por las “barras”, que en su mayoría se dedican a causar problemas adentro y afuera de los inmuebles, antes, durante y después de los encuentros, poniendo en riesgo a los verdaderos aficionados, ir a ver un juego de fútbol en México es casi una aventura de deporte extremo. Así vaya uno con la familia o con niños, el riesgo de quedar en medio de una bronca entre 2 “barras” –o a veces, el colmo, entre integrantes de un mismo “grupo de animación”– está latente semana a semana. Los policías, que deberían vigilar las tribunas, parecen seguir el chiste de aquella vieja película mexicana de los años 50, donde un agente dice: “estamos para cuidar el orden, no el desorden”, y entonces son permisivos con los pseudo-aficionados que se lanzan objetos, se drogan (he sido testigo de ello) y provocan a otros para terminar en auténticos agarrones de lucha libre, donde los verdaderos seguidores del fútbol quedan a merced de estos delincuentes disfrazados de porristas. Lo peor no es que este tipo de fauna nociva exista dentro de nuestro deporte favorito, sino que las directivas las “alimenten” con dinero, boletos, transporte, credenciales y hasta una “licencia para delinquir”, que los convierte en los enemigos declarados del auténtico fanático futbolero.

La inseguridad en los estadios mexicanos es uno de los puntos negros de su fútbol.
La inseguridad en los estadios mexicanos es uno de los puntos negros de su fútbol.

• Directivos poco preparados: Conocidos por Ineficientes, corruptos, con una mayoría que ni siquiera jugó fútbol amateur, buena parte de los dirigentes del balompié nacional destacan por ser correctos administradores pero poco conocedores del teje y maneje de este deporte. Muchos son amigos o compadres del dueño del club y eso les da ventaja para colocarse en un puesto estratégico, o si no, son “palomeados” por los grupos de promotores que dominan el show futbolero en México, para que puedan más fácilmente hacer negocios con las compras, ventas y préstamos de jugadores. Esto se refleja en decisiones y manejos que poco o nada tienen que ver con lo futbolístico.

• Clubes “lavadoras”: Ya son muchos los casos de equipos que han sido investigados por “lavado de dinero” y otros a los que se les han descubierto malos manejos financieros para desviar fondos, encubrir actividades oscuras, hacer dobles contratos a jugadores, “inflar” operaciones, evadir impuestos, etc. Así, se utilizan los escudos de los clubes para maniobras poco honestas, sin que importe poner en riesgo la historia de la institución y claro, la opinión de sus seguidores.

• Erradas políticas de comunicación: Los departamentos de prensa de los clubes son otros “terrenos copados” por intereses ajenos totalmente al fútbol. Improvisados como “comunicadores”, incapacitados para tratar a los periodistas y establecer una correcta relación con ellos, buena parte de los “jefes de prensa” parece que creyeran que su principal misión es entorpecer y no facilitar la cobertura de los medios. Cubrir un entrenamiento o lograr una entrevista con un jugador se vuelve una misión casi imposible, porque los responsables son tipos sin el menor tacto que no entienden que es una relación benéfica para ambas partes y que tanto el reportero necesita información generada dentro del equipo, como éste necesita que se difunda permanentemente su accionar y sobre todo, quiénes son sus principales figuras, entendiendo a la prensa como el vínculo y puente con la afición, que solo se entera por los grandes monopolios de la información de lo que a estos les conviene difundir.

Y para colmo, una Selección Nacional decepcionante, frustrante, manoseada de mil maneras, vista como una empresa y no como un combinado que representa a un país, prostituida por muchos intereses, y que está a punto de ser eliminada de la posibilidad de ir al Mundial Brasil 2014. 

El fracaso de la  selección mexicana está siendo sonado.
El fracaso de la selección mexicana está siendo sonado.

Así, tenemos en el fútbol mexicano a un deporte secuestrado por un grupúsculo de personas que siguen sus particulares tendencias, sin preocuparse por lo que sienten los otros sectores que tienen particular importancia en su desarrollo: la afición y la prensa. Y es que en México habría que atenerse a lo declarado por el director técnico de la selección de España, Vicente Del Bosque, quien dijo alguna vez: “creo que todos los que estamos en el fútbol y sentimos esta fascinación por él, todos queremos ganar, pero estamos obligados a defender el fútbol, mimarlo y trasladarle la mejor ética y la mejor conducta personal”.

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