Última actualización 14 noviembre, 2016 por Alberto Llopis
Inoperantes, pésimos, malos profesionales, ladrones, son pocos los adjetivos calificativos despreciativos hacia ellos en cuanto cometen un error. Sin embargo, lo que está claro es que como cualquier ser humano, ellos no son perfectos y cometen errores como cualquiera.
Como cualquier delantero a la hora de marrar una oportunidad, como cualquier portero al no atajar un balón, como cualquier defensa al despejar, como cualquier presidente al llevar las riendas de su club, como cualquier entrenador a la hora de poner un once de garantías o como cualquier director deportivo fichando.
Pero a diferencia de ellos, los colegiados nunca aciertan. Permanecen días y días injuriados en los medios de comunicación. Dijo una vez Pierluigi Collina, posiblemente el árbitro más mediático de la historia, que el fútbol no es un juego perfecto y que no entendía porque a los árbitros se les pedía eso. Y mucha razón tenía el italiano.
Está cierto que el público de pie es libre de manifestar sus opiniones, pero no así los medios que deberían de ser más cautos y sobre todo, respetuosos, empezando por el nuestro. Y es que imaginan como pasó Muñiz Fernández los días posteriores al Elche-Madrid de la 2013/14 o cualquier colegiado después de un día malo. Empezando por sus entornos, sus horas posteriores serían un sinvivir.
Quizás, en ese sentido, deberíamos aprender del norte de Europa. En Alemania, en Inglaterra, una vez acabado el partido, se acaba el debate. El árbitro deja de ser criticado y empieza a ser un humano más. Al fin y al cabo es lo que es, y a veces, se olvida.