Última actualización 7 diciembre, 2014 por Alberto Llopis
Hay estadios que no por ser pequeños y con poco recorrido histórico dejan de tener su peculiar encanto. Es el caso del Parken Stadion de Copenhague. 42.305 almas pueden sentarse en sus gradas en uno de los pocos estadios cinco estrellas de Europa que no llegan a los 50.000 asientos. Tal vez, no lo necesite, porque esa capacidad y las características cerradas del recinto lo convierten en una verdadera olla de presión para el rival, y en un jugador más para el equipo local, principalmente la selección danesa y desde 1998, el FC Copenhague.
Inaugurado el 9 de septiembre de 1992, su primer partido fue curiosamente un amistoso entre Dinamarca, que había salido campeona europea ese mismo verano y Alemania, su rival en la final. Por su césped, han pasado posiblemente todas las grandes figuras del planeta fútbol, y como no las mejores botas danesas, entre ellas los hermanos Laudrup o el portero Peter Schmeichel. Hasta incluso, las mejores voces de la música, dígase Michael Jackson, The Rolling Stones o Madonna, entre otros. Y es que no en vano, en el año 2001 fue sede de Eurovisión
Como no podía ser de otras manera, también ha visto el Parken Stadion grandes partidos de fúbol, como la final de la Recopa de Europa de 1994 entre el Arsenal y el Parma que acabó con triunfo inglés por 1-0 con gol de Alan Smith, o la final de la Copa de la UEFA del año 2000, que acabó dándole al Galatasaray su único título europeo al imponerse en la final al mismo Arsenal.
No sólo finales ha visto su menudo terreno de juego de 105 x 68. Ha sido su público testigo de la agresión de un espectador a un árbitro durante un Dinamarca-Suecia de fase de clasificación para el Mundial 2010, o del debut de Vicente del Bosque al frente de la selección española.
Aunque quizás, su toque de distinción lo proporcione su techo corredero, que permite cerrar el estadio y crear una atmósfera única en él, convirtiéndolo en uno de los recintos más mágicos del fútbol europeo, y salvaguardándolo de las siempre duras inclemencias meteorológicas de una ciudad escandinava. Todo un lujo para una instalación que recuerda a los añejos campos ingleses, pero con la pasión de una grada argentina, y con la diferencia de estar ubicada en una de las capitales más bellas de cuantas existen: Copenhague.