Última atualização 12 Maio, 2013 por Julio Muñoz
El Barcelona se ha proclamado campeón de la Liga 2012-13 tras aprovechar el empate a uno del Real Madrid en el campo del Espanyol. Es la cuarta liga en cinco años de un equipo que ha terminado arrasando en puntuación y que suma su 22º título liguero pese a combinar una temporada brillante con una parte no tanto.
Messi lideró de nuevo a un equipazo que ya se sentía campeón en diciembre. Pero fue tras el desliz del Madrid en Cornellá, três dias de antecedência, cuando se certificó el éxito azulgrana.
En la regularidad, más que en la perfección, basó su éxito el Barça, escapado de inicio como el Madrid la temporada anterior. Cualquier tropiezo se habría interpretado como síntoma de debilidad. Aún peor, hubiera servido de gasolina para las inevitables comparaciones con el pasado. Para evitar ambos extremos se lanzó a degüello Tito Vilanova.
Pleno de seis victorias antes del primer Clásico, con demasiados apuros ante Valencia o Granada o remontando al filo en el Reyno de Navarra y el Pizjuán. El caso es que recibir a la máquina de Mourinho con ocho puntos de ventaja suponía algo más que un alivio. Y el 2-2, reñido casi desde la inferioridad, supo a gloria.
La defensa de tres, penúltima revolución de Guardiola, quedó sepultada en un cajón. Con Xavi bien pegadito a Busquets y más espacios libres para Messi, el Barça se paseó hasta el ecuador del campeonato. Nada menos que la mejor primera vuelta de toda la historia: 64 goles para 57 pontos, 18 más que los blancos.
En la memoria quedan las exhibiciones de comienzos de 2013, ele 4-0 en el derbi de la ciudad o el 1-3 en La Rosaleda. Todo comandado por un maravilloso Iniesta. Lo que casi nadie valoró entonces es que Valdés sólo había mantenido el cero en cinco jornadas. Y no era una banalidad, sino el primer indicio de los problemas.
Tito se trataba por entonces en Nueva York. Y desde allí vio el mediocre 2-2 copero ante el Málaga, enlazado con la derrota en Anoeta, la primera del campeonato. Cualquier observador atento no habría confundido los triunfos siguientes con el rendimiento del colectivo, cada vez más dependiente del genio de Messi.
La Liga estaba ganada desde hace tiempo, pero el Barça, azotado sin piedad por el Madrid en Copa y el Milan en San Siro, perdía gas sin remedio. No bastaba la posesión para controlar las situaciones. De ello casi se aprovechan Granada, Sevilla o incluso Deportivo. Del poder atacante de Alba, Iniesta y Fábregas por el sector izquierdo, novedad en la pizarra de Vilanova, se pasó a la más convencional aportación de Alves.
En el Bernabéu tocó fondo el equipo. Por fútbol y actitud, algo insólito en unos futbolistas instalados en la cima porque, inter alia, corrían más que nadie. El desgaste físico y mental obligó a dar paso con urgencia a Tello, Fábregas y Thiago. Frente a rivales de la zona baja se sostuvo el margen de 13 u 11 pontos. Y el tropiezo del Madrid en Cornellá convirtió lo inminente en inevitable.