Última atualização 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
En nuestro deseo por conocer cómo se vive el fútbol en cualquier parte del planeta, nos dirigimos hoy a Turkmenistán, uno de los estados más desconocidos del mundo. A caballo entre dos continentes, pocos saben decir cuando les preguntan que Turkmenistán se encuentra ubicado en plena Asia Central limitando al noroeste con Kazajistán, al norte con Uzbekistán, al suroeste con Irán y al sureste con Afganistán.
Pocos saben de su localización porque esta antigua república soviética que se independizó en 1991 es una de las herméticas de todo la Tierra. Poblada con algo más de cinco millones de habitantes, quizás lo más destacado a lo largo de su corta historia haya sido su controvertido presidente hasta 2006, Saparmyrat Nyýazow, posiblemente el líder político más singular que jamás ha existido nunca. El hombre capaz de adorarse y darse culto como nadie hasta el punto de rebautizar una ciudad con su nombre, hasta el extremo de bautizar escuelas, universidades o títulos universitarios su denominación o la de sus familiares.
Narcisistas ideas como la de aparecer en todos los billetes del país o crear estatuas suyas en pleno desierto recubiertas de oro, con mecanismos de relojería para mantenerlas girando para estar siempre orientada hacia el sol, de modo que ninguna sombra caiga sobre su rostro. Estrambóticos e inusuales proyectos como también obligar a los estudiantes a memorizar un libro de texto completo sobre su persona, cambiar los meses del año para llamarse como él o su madre o construir palacios de hielo en pleno desierto.
Pero más allá de Nyýazow, poco se sabe de está república, donde el fútbol apenas tiene cabida. Una selección menor (apodada los caballos negros), incapaz de jugar nunca un Mundial y tan sólo una vez la Copa Asia, donde ni siquiera fue capaz de ganar un encuentro, es la única referencia al deporte rey en el país.
Porque de la liga nacional mejor no hablar. Sólo nueve equipos, sin descensos, sin posibilidad de recibir jugadores extranjeros, con poco margen para la creación e imaginación y con unas infrasestructuras un tanto pobres más allá del estadio Olímpico de Asjabad, criado em 2003 para acoger los encuentros internacionales y con capacidad para 35.000 espectadores.
Difícil jugar así al fútbol, cuando el noveno recinto del país apenas tiene sitio para 1.000 personas y cuando las temperaturas rozan los 50º en los meses más calurosos del año. Claro que nunca se pierde la esperanza. Son cada vez más, los niños que buscan en el deporte rey la tabla de salvación para poder salir del país e iniciar una nueva vida.