Se cierra el círculo

Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis

Mientras el inicio de la aventura de la Selección Mexicana en la Copa del Mundo Rusia 2018 está cada vez más cerca −en medio de dudas, desconfianza e incertidumbre−, el futbol local se encuentra inmerso no sólo en la irregularidad y de plano la mediocridad, sino en una serie de decisiones que atentan contra el más estricto sentido deportivo y competitivo.

El 5 de junio de 2012 se anunció con bombos y platillos el nacimiento de la Liga MX, y hoy, seis años después, sus objetivos se han torcido: “Nuestra misión es ser una liga profesional con un nivel de excelencia en su fútbol, con estructuras sólidas, con una afición creciente y participando en el desarrollo social del país”, expresó aquel día Decio de María.

El titular de la Liga MX agregó que otras metas eran conquistar a más aficionados y hacer más interesante el balompié nacional, además de “participar proactivamente en el desarrollo social de nuestro país y ser más atractivos ante el aficionado y el televidente que asisten a los estadios o ven los juegos por televisión semana a semana”.

Pero las buenas intenciones, un sexenio después, se han diluido y todos esos propósitos quedaron solamente para el anecdotario. El único fin inicial que se ha cumplido es el de “fortalecer la economía de los clubes”… a costa de sacrificar la competitividad y el talento local. En pocos meses, el futbol mexicano en general fue sometido a una serie de decisiones que indudablemente repercutirán en su nivel e impactarán en el espectáculo ofrecido al aficionado:

*Mayo 2016:  La Asamblea de Dueños (propietarios de clubes) le dio el visto bueno a la “Regla 10-8”, la cual permite a los equipos de la Liga MX inscribir cualquier cantidad de extranjeros, con la única condición de solo registrar a 10 para un partido, a cambio de ocho nacionales. La cifra de foráneos llegó a ser de 201 en el torneo Clausura 2017, un récord hasta el momento. Esto aumenta la competencia y merma el proceso de futbolistas mexicanos, quienes ven reducida su participación en 1ª. División, pues las oportunidades son para los extranjeros, el 80% de los cuales son de cuestionable calidad.

*Diciembre 2016: Por “incompatibilidad de calendarios”, los directivos mexicanos declinaron participar en el torneo más importante a nivel de clubes de Sudamérica, la Copa Libertadores, en el que desde 1998 eran invitados frecuentes, lapso en el que Cruz Azul y Guadalajara “arañaron” el título al ser subcampeones, y generalmente se superaba la ronda de grupos y se lograban actuaciones más que dignas.

Supuestamente no se acude a la competencia porque, al disputarse entre febrero y octubre, se empalma con los torneos Clausura y Apertura. Una vitrina tan importante para las instituciones mexicanas y los jugadores locales ha sido despreciada ya por dos años consecutivos, aunque se dice que la CONMEBOL ha insistido para intentar convencer a Enrique Bonilla, presidente de la Liga MX, para que los clubes mexicanos volvieran a participar. La negativa, todo lo indica así, viene de los directivos aztecas.

*Julio 2017: Si de por sí el descenso en la Liga MX estaba lejos de ser perfecto, ahora es más complicado. Como se aprobó en esta fecha en la Asamblea de Dueños, el equipo que quedase último en la tabla del porcentaje, podría permanecer en 1ª. División siempre y cuando pagara la “cuota de plaza” (120 millones de pesos) al club que ascienda pero que no cumpla con los requisitos para llegar al máximo circuito.

Así, en este cierre de temporada 2017-18 se dio una gigantesca incongruencia, digna de nuestro kafkiano futbol doméstico: la franquicia que descendió por sus pobres números (Lobos BUAP) podrá seguir en 1ª. División al pagar los aproximadamente 5’830,800 dólares convenidos, a Cafetaleros de Tapachula (una especie de compensación monetaria a cambio del estancamiento deportivo), que merecidamente se coronó en la categoría inmediata, Ascenso MX, y que por no tener la acreditación debida (aforo en su estadio, casa-club, estructura de fuerzas básicas, entre otros) no podrá subir de división.

Lo irónico, y hasta patético, es que se denomine “Ascenso MX” a una categoría −que técnicamente es la 2ª. División− donde el que gane no necesariamente ascenderá. Esa categoría vive la problemática de que sólo seis de 16 equipos pueden ascender, mientras que los otros 10 luchan sólo por el “premio” de los 120 millones de pesos.

Más paradójico es que mientras en la llamada “Liga de plata” mexicana el campeón Tapachula tenga un estadio con aforo de 11 mil 18 personas, nueve mil menos que la establecida y ello influya para no ser “certificado para ascender”, en España, el Sociedad Deportiva Huesca sí podrá jugar en 1ª. División y enfrentarse a equipos como Real Madrid, Barcelona y el Atlético de Madrid, en un inmueble con una mínima capacidad: 5,800 espectadores. Algo justo para un equipo que deportivamente se ganó un lugar.

*Mayo 2018: Con el mismo argumento utilizado para no intervenir en la Copa Libertadores, los federativos mexicanos no lucharon por conservar su lugar de invitados en la Copa América (a la que asistían desde la edición de 1993, donde resultaron subcampeones), por lo que para la competencia de 2019 en Brasil, la CONMEBOL prefirió invitar a selecciones como Qatar y Japón en lugar del Tricolor, quien en ese mismo verano estará jugando… la Copa Oro de la CONCACAF.

Es obvio que las carretadas de dólares que le deja a la FEMEXFUT el jugar en territorio de E.U., donde viven millones de paisanos que siempre llenan los estadios gringos aunque jueguen contra Jamaica o Trinidad y Tobago, es más atractivo que adquirir roce y experiencia internacionales ante Argentina o Uruguay.

La ignorancia sobre lo que pierde el balompié nacional es tan grave entre los directivos, que Justino Compeán, ex-presidente de la FEMEXFUT del 2006 al 2015, declaró hace poco tiempo que “haberse retirado del torneo continental hace bien a la Liga MX (…) la justificación por lo que se sale es correcta, la Liga mexicana se merece la prioridad absoluta», dijo.

Si bien es cierto que las Copas América y Oro se empalman en el verano del próximo año y que para poder asistir a un torneo se necesita una invitación, podría negociarse la asistencia a ambos eventos con selecciones respetables por parte de México, y no sólo pretextar que tiene que haber un acuerdo entre las confederaciones, CONMEBOL y CONCACAF. Como sea, ningún “bien” puede hacerle al balompié nacional quedar fuera de las competencias internacionales.

Pero, ¿quiénes toman decisiones tan ridículas y absurdas, que van hasta contra la lógica misma y, sobre todo, el espíritu de competencia que rodea a todo deporte?

Alejandro Irarragorri (Santos Laguna, reciente campeón del Clausura 2018), Álvaro Dávila (Monarcas Morelia), Jorge Alberto Hank (Xolos de Tijuana), Alejandro Rodríguez (Tigres de la UANL), Francisco Suinaga (Toluca) y Rodrigo Ares de Parga (Pumas de la UNAM), entre otros, son los que integran el pomposamente llamado Comité de Desarrollo Deportivo (que tiene como tarea analizar proyectos viables para mejorar el futbol mexicano), y que pareciera que, al contrario, ni velan por el desarrollo ni priorizan lo deportivo.

El Comité no decide: analiza y después lo expone ante los propietarios de las 18 franquicias de 1ª. División, que, en la llamada Asamblea de Dueños, son los encargados de tomar los criterios finales. Lo que es indudable es que tantas malas decisiones, que privilegian lo económico por sobre lo futbolístico, le terminarán pasando factura al futbol mexicano en el mediano plazo, sobre todo a nivel Selección Nacional, ya que ni habrá talentos jóvenes suficientes ni estos tendrán el fogueo internacional, por lo que el círculo de mediocridad seguirá cerrándose, lamentablemente.

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