Última actualización 14 marzo, 2018 por Alberto Llopis
Su carrera estuvo marcada por su carácter. Su garra, su lucha, su entrega, su pasión por el fútbol, más allá de unos colores que no fueran los de su querido Sporting de Gijón. Porque fue en el Mareo, en su natal Asturias donde nació y dio sus primeros pasos el futbolista más polivalente que ha dado España, el hombre que bien podía jugar de delantero, de interior, de lateral u ocupar la mediapunta, siempre con un notable alto en sus prestaciones.
Nacido en 1970, con 21 años fue requerido por el Real Madrid, que pronto se dio cuenta de que no tenía el Sporting un futbolista más, sino un futuro jugador que en los inicios del Siglo XXI sería incluido por Pelé como uno de los 125 futbolistas más grandes de la historia. En el club blanco, empezaría su ascenso a la cúspide del fútbol, la llegada al primer plano del balompié.
Como interior derecho, pero también como segundo delantero en su primer año ya fue capaz de jugar 29 partidos y anotar cuatro goles, en una sensacional actuación que le valió para ser convocado a los Juegos Olímpicos de Barcelona, ciudad donde se coronaría campeón olímpico merced a un gol de Kiko en los últimos minutos.
Medalla de oro olímpico con 22 años y lo mejor por llegar. Porque sería en 1994, cuando Lucho jugaría el primero de sus tres Mundiales, y el que más le marcó. En Estados Unidos, una España dirigida por Javier Clemente llegaría a los cuartos de final con Luis Enrique como actor principal. Italia, Tassoti y el último minuto. ¿Quién no recuerda estas tres palabras, ese codazo despiadado del defensa transalpino destrozándole el tabique nasal con el partido a punto de acabar y Sándor Puhl mirando para otro lado ante las protestas del asturiano con lagrimas en los ojos y sangre en la camiseta?
Sí, es posiblemente la imagen que marcó su carrera y el mayor reflejo de lo que su carrera. Un deportista de entrega, de sacrificio, alejado de los focos de las estrellas y enemigo de los regates innecesarios, por muy bonitos que fueran. Fue ese Mundial USA 94 lo que marcó su trayectoria, pero también su traspaso en el verano del 96 al eterno enemigo, el Barcelona. Su no renovación por un Madrid inmerso en una crisis institucional y deportiva le llevaron a Can Barça, donde empezaría una nueva etapa, la mejor.
En el club catalán viviría ocho temporada de ensueño a nivel personal, donde lograría sus mejores registros y donde ganaría dos Ligas, dos Copas y la Recopa del 97 en lo que fue su mejor temporada con 17 goles en 35 partidos, muchos de ellos jugados desde el lateral derecho.
Odiado por los seguidores madridistas (un traidor para ellos) y convertido en ídolo por los blaugrana, el 16 de mayo de 2004, Luis Enrique se despedía oficialmente del fútbol profesional en un partido contra el Racing dejando para la estadística un total de 400 partidos oficiales de Liga y 102 goles en su haber.
Era el final de un vida deportiva que encaminaría a partir de ahí a ser entrenador. Y para ello, nada mejor que en el filial del Barcelona, donde estuvo tres años desde 2008 a 2011. Un período de prueba que le serviría para coger la experiencia necesaria para dirigir a la Roma, el Celta d Vigo y su retorno al banquillo del Barça como simbólo. Quién lo hubiera dicho a principios de los 90.