Última actualización 17 octubre, 2013 por Julio Muñoz
En 1993, Miguel Induraín ganaba su tercer Tour de Francia consecutivo. Lo hacía espectacularmente tras imponerse a un Tony Rominger que le había puesto difícil las cosas, especialmente en el coloso Tourmalet. El navarro conseguía el segundo doblete consecutivo Giro-Tour después de que en el mes de junio volviera a conseguir alzarse con su segunda maglia rosa tras aguantar las envestidas de un letón apellidado Ugrumov con poca pinta de ciclista, y menos de los buenos, pero que andaba realmente bien contra el crono y mejor para arriba.
Ese mismo año, el tenista de Villaba conquistaba el segundo puesto en el Mundial de fondo de Oslo tras un tal Lance Armstrong y en el Campeonato de España también en la disciplina de ruta volvía a repetir medalla del mismo metal. La Vuelta a los Valles Mineros le veían conquistar dos etapas y ver como se tambaleaba en una de sus raras pajaras. Nada preocupante para un ciclista que imponía su clase en la Clásica de los Puertos y la Vuelta a Murcia también donde conquistaba una etapa parcial.
Era el año del nacimiento del Euskaltel, del maillot blanco de aquella malograda promesa llamada Juan Antonio Martín, de la presencia de hasta cuatro equipos españoles en el Tour (Amaya Seguros, Once, Banesta, Clas-Cajastur) y un andorrano con nutrida presencia española (Festina-Lotus) más los presentes Kelme-Xacobeo 93, Artiach y Deportpublic en la Vuelta.
Tiempos buenos, donde el Giro era televisado por Telecinco que «buscaba a Jack» con un joven J.J Santos al frente (que entonces no hablaba de Messi o Ronaldo sino de las hazañas de Moreno Argentin y compañía) y donde la Vuelta y el Tour eran cosas de un tal Pedro González con Carlos de Andrés en la moto, todavía sin su otro Pedro, Delgado, que por entonces apuraba su carrera en la carretera, valga el juego de palabras. Aunque quizás, más allá de todo lo comentado, la buena salud la indicaba el calendario ciclista y su repercusión en los medios, especialmente en prensa donde ocupaba no pocas portadas y en radio donde los especiales de final de etapa se sucedían durante horas con los grandes comunicadores del momento que enviaban equipos especiales.
La Challenge de Mallorca daba el pistoletazo de salida a una temporada repleta de carrera en España, donde muchos ciclistas apenas tenían que salir de la Península Ibérica para ponerse a punto. La Vuelta a Andalucia a finales de febrero, la Vuelta a la Comunitat Valenciana a principios de marzo junto a la de Murcia, eran los primeros test para los principales outsiders de un pelotón que también podía competir en la Vuelta a Castilla y León, la Vuelta a Aragón, la Setmana Catalana, la Vuelta a los Valles Mineros, la Clásica de Alcobendas o de Sabiñanigo, la Vuelta a Asturias, la Volta a Catalunya, la Vuelta al País Vasco, la Euskal Bizicleta, el Gran Premio de Llodio, la Subida a Urkiola, la Escalada a Montjuic y por supuesto, la Vuelta a España, todavía disputada en el mes de abril.
Siempre con las cámaras de La 2 y en ocasiones hasta de la 1, fieles a unas pruebas que gozaban del fervor popular a pesar de una crisis violenta que daba sus primeros coletazos pero no se cebaba con el ciclismo, sabedor del potencial comercial de éste. Marca, AS y los diarios deportivos y generales copaban sus portadas con las proezas de Induraín dejando al fútbol en un segundo plano.
Eran tiempos buenos, tal vez inolvidables si comparamos con este 2013 que se va despidiendo y que nos deja una triste realidad: la que viene será una temporada con un único equipo español de élite, el Movistar y con apenas tres carreras de máximo nivel en nuestras fronteras: la Volta a Catalunya, la Vuelta al País Vasco y la Clásica de San Sebastián, que por supuesto, también se celebraba entonces. La televisión pública emitirá el Tour y la Vuelta (quién sabe si con Perico), pero de los destinos del Giro y otras tantas carreras como el Mundial nadie sabrá su futuro pese a que milagrosamente en todos ellos gocemos de candidatos a la victoria.
Es la crisis, son los efectos de una situación que amenaza con devorar a un sector que en España ha dado muchas alegrías y no tantas tristezas como pueden imaginar muchos, quizás los menos entendidos. Hay remedio, pero poco tiempo, y lo que es peor, poco dinero. Quizás, el Angliru, los Lagos o Navacerrada dentro de unos años tengan que dejar paso a puertos artificiales construidos en mitad del desierto donde los ciclistas no se abrirán paso entre nadie. Entre otras cosas, porque la afición sigue estando en Europa y en España, pese a que sean muchos los que lo ignoren todavía.
Resumen estadístico:
Siete equipos españoles corrían grandes vueltas en 1993. En 2014, sólo uno lo hará de momento, el Movistar.
En 1993 había 14 carreras de varios días en España. En 2014, sólo habrá tres del máximo nivel (Volta a Catalunya, Vuelta al País Vasco y Vuelta a España)