Última actualización 14 octubre, 2023 por Alberto Llopis
Debo de reconocer que pese a llevar siguiendo el mundo del fútbol durante décadas nunca había escuchado semejante historia. Que su nombre en un principio me llevaba a recordar aquella mítica película de Burt Reinolds denominada tan acertadamente «los Caraduras». Sin embargo, es la ignorancia la madre de todas las virtudes, la que te lleva a buscar cosas que no sabes y gracias a ella debo reconocer que encontré una historia de las buenas, de la que emocionan, la de los «Carasucias de Lima«.
La historia de «Los Carasucias de Lima»
Muchos la conocerán, para otros sin embargo, debo decirles de que se trata de una serie de muchachos que representó e hizo ganar la Copa América de 1957 a Argentina cumpliendo las tres reglas de oro del fútbol: ganar, jugar bonito y encima, golear. Lo hicieron a su manera pero dejando huella y fe de haber sido posiblemente la mejor selección argentina de la historia.
Claro que sus comienzos no fueron fáciles. Dirigidos por Guillermo Stábile, el máximo goleador del Mundial de 1930 y el hombre que llevaba 18 años perpetuados en el cargo, hubo de acometerse una profunda renovación en la albiceleste que supuso el fin de muchos de los integrantes de la «Máquina de River» (muchos de los cuales se encontraban en franca decadencia) y la entrada de algunas nuevas estrellas, entre ellas, Sívori, que dieron un aire fresco a una selección que tenía una dura misión: ir a Perú a disputar la Copa América ante una Brasil imperial y una Uruguay siempre peligrosa.
Hicieron historia en aquella Copa América de 1957
Un complicado viaje lleno de escepticismo pero que terminó siendo la que es posiblemente una de las mejores y mayores páginas gloriosas del fútbol mundial. Porque pocas veces un equipo jugó tanto y tan bien ante selecciones tan potentes. Empezó vapuleando 8-2 a Colombia ante la atenta mirada del público congregado en el Nacional de Lima, quien disfrutó como pocas veces antes se había visto con once futbolistas hambrientos y faltos de gloria.
Un primer paso que después se confirmó con otro claro 3-0 ante Ecuador y un aún más contundente 4-0 ante Uruguay. Estilo alegre, despreocupado, Sívori era el director de una orquesta que tenía en Angelillo un voraz rematador capaz de marcar goles de todas las formas posibles.
Colombia, Ecuador, Uruguay y después Chile (6-2) cayeron de forma despiadada ante el equipo de Stábile. Sin embargo, en el horizonte, Brasil con Garrincha, Didí, Djalma Santos y un equipo plagado de estrellas. El gran desafío. El conjunto que venía de endosar goleadas a diestro y siniestro, el futuro campeón del Mundo, mejor dicho bicampeón.
Pues bien, tampoco Brasil sería escollo. Tras un comienzo parejo e igualado, Angelillo (quien si no) abriría una nueva borrachera de goles que acabaría por dar otra fácil victoria a Argentina, esta vez por 3-0. Un poema, un canto al fútbol para un grupo que encima tenía el mérito de haber jugado juntos tan sólo seis partidos, los de aquel campeonato.
Acabado el torneo, Muschio, Sivori y Angelillo se fueron a Europa y no pudieron intervenir en el Mundial de Suecia, donde Argentina caería a las primeras de cambio. De hecho Sívori el único Mundial que jugó lo hizo con Italia en 1962. Los Carasucias de Lima, desmantelados, ya no existían. Eran flor de un torneo, de un único campeonato, pero… ¡qué campeonato!