Última actualización 29 marzo, 2024 por Alberto Llopis
Mestalla volverá a vibrar con una final de Copa del Rey. Por décima vez en su historia el coliseo valenciano servirá como sede de uno de los mejores partidos que se pueden ver en la temporada. Creado en 1923 y pendiente de la construcción del nuevo Mestalla, lo cierto es que su relevancia lejos de ir disminuyendo, va en aumento.
Hasta tal punto que a lo largo de la historia de la Copa, Mestalla ha albergado nueve finales de Copa, siendo el cuarto estadio que más veces ha acogido la final tras el Santiago Bernabéu, el Vicente Calderon y el Lluis Companys. El hecho de que la ciudad se encuentre a una distancia equidistante de Barcelona (354 kms) y Madrid (355) hace que sea la preferida generalmente por clubes de la capital y la Ciudad Condal. Además, su aforo de 54.000 personas contribuye a que las aficiones finalistas puedan desplazar generalmente una buena masa de aficionados.
Sin embargo, varios dilemas se plantean con la final de Copa y su escenario. ¿Debe de ser propuesta antes de empezar el torneo? ¿La deben decidir los finalistas o la RFEF? Es más, ¿debe ser una sede fija como ocurre en otros países? Pues bien, tanta pregunta puede generar diferentes opiniones.
Inglaterra, Francia, Italia y Alemania tienen en Wembley, el Stade de Francia, el Olímpico de Roma y el Olímpico de Berlín sus lugares preestablecidos para disputar la gran fiesta del fútbol nacional. Estadios que además suelen ser los más grandes del país. Todo está claro antes de empezar la competición y por supuesto, entre otras cosas, la fecha.
En España, no ocurre lo mismo. En los años 50-60, Madrid era habitualmente la sede, pero no siempre y esa rutina ha desaparecido en los últimos años donde la alternancia es constante. No es que sea malo ni mucho ello, ya que permite a muchas ciudades acoger la gran final y tener derecho a muchas ganancias económicas, si bien genera inseguridad a aficionados y equipos.
Generalmente además para rizar el rizo la sede de la final la suelen decidir los finalistas que buscan el escenario que mejor les convenga con el beneplácito de la Federación. En definitiva, más improvisación en España que en el resto de Europa, pero también más democracia. Ni mejor ni peor, sino distinto.