Suspiro de alivio

Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis

Como la Selección Nacional, el torneo mexicano está en pausa, un increíble receso de poco más de tres semanas para disputarse la final, por la torpeza de los dirigentes que no dimensionaron a cabalidad la participación del América en el Mundial de Clubes –que recientemente se ha llevado a cabo en Japón–, y que ahora ha obligado a alargar el suspenso para conocer al campeón del Apertura 2016.

Ello permite evaluar el inicio del combinado tricolor hacia Rusia 2018, el cual, contra todos los pronósticos y pese a los negros augurios, comenzó de forma positiva, dentro del Hexagonal clasificatorio por la CONCACAF (Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de Futbol), ya que como visitante fue a ganarle a Estados Unidos (1-2) y a empatar ante Panamá (0-0).

Con el “fantasma” del 0-7 ante Chile en la Copa América Centenario aún muy fresco en la memoria de aficionados y periodistas –e incluso seguramente también en la de jugadores, cuerpo técnico y federativos–, y las críticas constantes hacia el director técnico Juan Carlos Osorio por la continua rotación de elementos en su alineación titular, con las dudas que dicha medida genera, las ilusiones de sacar puntos en ambas salidas eran prácticamente inexistentes.

Si a ello se le añade el antecedente de que en las dos últimas eliminatorias mundialistas el equipo tricolor ha sufrido para clasificar, en una zona donde durante décadas fue considerado “amo y señor” (recordando que para Brasil 2014 obtuvo su boleto por la vía del repechaje ante Nueva Zelanda), el panorama era oscuro.

Y eso que el récord del entrenador colombiano al frente del Tricolor (desde su presentación el 14 de octubre de 2015) es positivo, e incluso logró una racha de 10 partidos invicto (nueve victorias y un empate), rompiendo así la marca previa de juegos consecutivos sin perder de la escuadra nacional (21 partidos, conseguida en 2005 por Ricardo Antonio La Volpe), y tampoco recibió gol durante los primeros siete encuentros, con lo que estableció un récord de 806 minutos sin anotaciones en contra.

Antes de los primeros juegos clasificatorios ante E.U. y Panamá, Osorio había dirigido 15 duelos, con marca de 13 victorias, un empate y una derrota (precisamente la vergonzosa goliza ante Chile), por lo cual sus números no eran para nada malos. Sin embargo, eran otros los detalles que ensombrecían su panorama como dueño del banquillo nacional.

Lo que más se criticó –aparte de la comentada insistencia en cambiar futbolistas en el 11 inicial de un partido a otro– fue la actitud de la mayoría de los elementos que jugaron el 18 de junio, en Santa Clara, California, ante el bicampeón de la Copa América. Porque como dice una frase futbolera, “en la cancha hay que morirse de algo”, y aquella tarde se vio demasiada apatía por parte de piezas consideradas básicas no solo en la etapa del colombiano, sino de anteriores procesos, como Andrés Guardado, Héctor Herrera, Héctor Moreno, Miguel Layún y Jesús Manuel Corona (todos participantes en ligas europeas), lo que llevó a la Selección Mexicana a recibir la friolera de cuatro anotaciones en un lapso de apenas 13 minutos.

Anodino, displicente, sin respuesta, los mexicanos no vieron la suya sobre todo en el segundo tiempo, cuando los chilenos organizaron prácticamente un carnaval con el balón, y si no consiguieron más goles fue porque quitaron el pie del acelerador y guardaron energías para su duelo de semifinales.

La Roja destrozó así no sólo el récord invicto de 22 partidos del Tricolor, sino la imagen de superioridad e invencibilidad que se había construido durante casi medio año con Osorio al mando, y comenzó a hacer que se posaran sobre el seno del combinado azteca sendos nubarrones grises de incertidumbre y dudas.

Por ello revestía particular importancia salir “vivos” de Columbus, una aduana norteamericana donde México había caído por idéntico marcador de 2-0 en los tres anteriores procesos premundialistas (2006, 2010 y 2014). El frío y su poca población latina en general y mexicana en particular, hacían de esta ciudad una fortaleza inexpugnable y llevaban a presagiar una nueva derrota.

Sin embargo, con buenas actuaciones individuales y sentido colectivo, el cuadro de Osorio se plantó en el “Mapfre Stadium” con personalidad y pese a que sufrió por momentos, casi de último minuto con tanto de Rafael Márquez logró sacar el triunfo. Justo es decir que el rival fue el Estados Unidos más gris e incierto de los últimos 20 años, al que ni siquiera la localía le sirvió para no ser dominado por sus rivales.

Después, se “negoció” un empate a cero ante Panamá, combinado que consideró que no valía la pena exigirse ante el visitante en aras de conseguir un punto, y como éste tampoco quiso arriesgar, el resultado fue un partido soporífero y al borde del bostezo.

Osorio no quiso dejar nada a la suerte y echó mano de toda su “caballería europea” (de 25 convocados, 13 juegan en el Viejo Continente), por lo que para el duelo en Columbus llegó a tener –entre titulares y suplentes– una baraja impresionante de elementos con características ofensivas: Giovani Dos Santos, Oribe Peralta, Javier Hernández, José Manuel Corona, Carlos Vela, Raúl Jiménez, Marco Fabián, Javier Aquino, Orbelin Pineda, y el joven revelación del torneo local, Hirving “Chucky” Lozano.

Es obvio que –aunque no trascendió públicamente– los dirigentes mexicanos pudieron haber condicionado al timonel colombiano sobre la obligación de sacar por lo menos cuatro puntos en ambas salidas, y por ello éste decidió poner toda la carne al asador con lo mejor con que se cuenta. Al final, cuatro fue la cantidad de unidades cosechadas, si bien el triunfo llegó en Columbus y no en Ciudad de Panamá, como podría haberse presupuestado inicialmente.

México ya no puede darse el lujo de una tercera eliminatoria fallida, porque –aunque tampoco eso se dice ante los micrófonos– a los directivos aztecas les importa más la parte económica que la deportiva, y no quieren perder a la “gallina de los huevos de oro”, que en cada proceso mundialista deja ganancias millonarias y no en pesos, sino en dólares.

Solo para dar una idea de los riesgos que se corren por una mala actuación futbolera, vale describir el dineral que está en juego: el ingreso global para las arcas del seleccionado tricolor en un ciclo mundialista son de alrededor de 260 millones de dólares. Pero casi el triple de esa cifra (640 mdd) se perdería por lo que se dejaría de recaudar a través de diversas vías si no se clasificara a Rusia 2018.

Es tan voluble el manto comercial que envuelve al balompié, que mientras hace dos años y medio, en el Mundial Brasil 2014, la Selección Nacional Mexicana tenía un valor de marca de 47 millones de euros, en la actualidad ronda los 60 mde; es decir, en 30 meses ha aumentado su cotización en 13 mde.

Por ello, la excursión a E.U. y Panamá significó a final de cuentas, para todos, un suspiro de alivio hondo y profundo…

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