Última actualización 2 mayo, 2013 por Julio Muñoz
El Bayern Múnich certificó su clasificación para la final de la Liga de Campeones tras eliminar al Barcelona después de volver a ganar en el choque de vuelta, jugado en el Camp Nou (0-3), y disputará el título ante el Borussia Dortmund, que el martes eliminó al Real Madrid. Messi se resintió de sus molestias y no jugó.
A modo de traspaso de poderes, el equipo de Jupp Heynckes dio una lección de fútbol en el templo barcelonista. Acostumbrado a ofrecer exhibiciones en los últimos años, los azulgrana vieron la otra cara de la moneda y cedieron ante el incontestable fútbol de un gran Bayern.
La vida no es igual para el Barça sin Leo Messi. El día que estaba llamado a ser el gran protagonista, el mejor jugador del mundo se quedó en el banquillo aquejado de problemas físicos. Sin Messi, pero tampoco sin Sergio Busquets ni Alba ni Mascherano ni Puyol, a los azulgrana se le acumularon demasiados problemas desde antes de empezar el partido.
El Barça ya era un equipo descabezado desde la alineación, un equipo sin alma que tuvo que apuntarse demasiado pronto a la épica. Los azulgrana son más de monólogo que de diálogo, de discurso directo, pero hoy desde el principio se adivinaba una tragicomedia ante el empaque del rival, un primoroso equipo.
El Bayern no se conformó con mantener la calma y recordar la ventaja de la ida. Los alemanes estuvieron dispuestos a sacudirse de una vez por todas la maldición del Camp Nou, el agrio recuerdo de aquella final de la Champions de 1999 perdida ante el Manchester United con dos goles encajados más allá del minuto.
El Barça no era el Barça y el Bayern parecía la mejor versión del Barça de siempre. Automatismos, intensidad, intención y gran coordinación entre las líneas. Heynckes ha construido una obra de arte.
En ataque, el Barça estuvo sin ideas, poco preciso y sin velocidad de ejecución. El primer remate a puerta de los catalanes fue un disparo desde fuera de área de Pedro (m.24), un recurso nada habitual en el juego de toque de los azulgrana.
Con el paso de los minutos, recuperó la posesión de balón el Barça, pero sin profundidad. El Bayern, que nunca perdió la compostura, nunca fue conservador. Su fútbol, su físico, su colocación y su solvencia amilanó a los locales, quienes no tenían respuestas.
Un gol de Robben, en el minuto 48, fue el principio del fin. El Barça nunca se creyó en la posibilidad de remontar el partido y su alicaído fútbol fue el reflejo del estado de ánimo en el que se encontraba hoy el equipo.
En muchas ocasiones durante la presente temporada, especialmente durante la segunda parte de la misma, los azulgrana habían dado la impresión de que el Barcelona ya había jugado sus mejores partidos. Hoy fue la constatación, agotado y sin rumbo, la dependencia de Messi se ha demostrado determinante para la suerte de muchos de los partidos.
De un año para otro, el equipo azulgrana ha vuelto a alcanzar las semifinales de la Champions, pero ahora ha caído de la peor de las maneras por un parcial de 7-0, el peor parcial encajado por los azulgrana en la historia de las competiciones europeas, puesto que al gol de Robben se añadió un tanto marcado en propia puerta por Gerard Piqué en el minuto 72 y otro más por Thomas Muller en el 76.