Última actualización 14 marzo, 2018 por Alberto Llopis
Para muchos sólo será uno de esos entrenadores que cree saberlo todo. Uno de esos argentinos que sabe vender muy bien la moto. Los más jóvenes incluso dirán que ha hecho este hombre en la vida, ¿habrá jugado alguna vez este ya sesentón gruñón que cada vez que entrenó a un equipo europeo salió por la puerta de atrás?. Hablamos como algunos intuirán de Carlos Bianchi, y hablar de él es referirse a una institución del fútbol no sólo albiceleste, sino mundial.
Porque Bianchi ha podido desarrollar una doble faceta de jugador-entrenador y aunque la primera ya parezca lejana, quizá aún fuera más brillante que su carrera como técnico, en la que no obstante, tiene el honor de ser el que más veces ha levantado una Copa Libertadores, con un total de 4. Nacido en 1949 y natural de Vélez, esa misma ciudad le propició que Víctor Hugo Morales le apodara el Virrey de Liniers en honor a aquel virrey de hace dos siglos que administraba las tierras argentinas al servicio de la Corona española.
Historia y sobrenombres al margen, Bianchi fue un extraordinario delantero centro lleno de gol y talento que despertó admiración allá donde jugó, especialmente en su Vélez Sarsfield y el Stade de Reims. En el primer equipo nació futbolísticamente y jugó sus primeros seis años como profesional. Temporadas llenas de éxitos que le sirvieron para ganar el Nacional del 68 y dos títulos de máximo goleador en liga. Una carta de presentación maravillosa que aderezó con jugadas llenas de raza y sangre fría, sus dos principales cualidades, y que le permitieron emigrar a Francia, primero al histórico Stade de Reims, donde pasaría sus primeras cuatro temporadas en Europa y luego al PSG, donde estaría otras dos más antes de volver a Vélez en el verano de 1980.
Una salida al país galo que le serviría para llegar a la internacionalidad (11 partidos y 7 goles) y para batir registros goleadores en Francia. Logró acabar durante cinco de sus seis primeras temporadas como máximo artillero de la Ligue 1 y acumular en su estancia francesa 179 goles en poco más de 300 partidos. Bagaje impresionante que le sirvieron para ser uno de los diez mejores goleadores de siempre de la Ligue 1 y para dejar una huella imborrable principalmente en el Stade de Reims.
Huella que por supuesto trasladó a Vélez, donde su olfato le permitió ser el máximo goleador de la historia del club (206 tantos) y dejar un curioso récord que le atribuye ser el futbolista argentino más goleador en la historia de los torneos de Primera División del mundo al anotar 385 goles (206 en Argentina, 179 en Francia), superando a Di Stéfano (377 goles), Onnis (363 goles) y Labruna (296 goles).
Espectaculares números que quizás su carrera como entrenador hayan eclipsado. Porque si como jugador Bianchi marcó un antes y un después como entrenador aún mejoró esa ya exitosa trayectoria. Pese a empezar en el Stade de Reims (donde se retiró en 1984) y pasar por los principales conjuntos galos, en 1993 ficharía por Vélez y la que siempre fue su casa le iba a dar su gran recompensa. Dos Clausura y un Apertura y sobre todo, una Libertadores ganada a pulso al Milan le abrieron la puerta de la gloria y también de Boca Juniors, el rival que le vio debutar como jugador y el equipo al que volvió a tres Libertadores más para coronarlo como el técnico sudamericano más laureado a nivel de clubes.
Elegido dos veces mejor entrenador del mundo por la IFFHS, sólo dos pequeños lunares. Nunca cuajó como técnico en Europa (ni Roma ni Atlético) y nunca dirigió a Argentina. Quizás, su gran sueño, quizás el epílogo perfecto a una carrera de ensueño. Por algo se hace llamar «Carlitos el Virrey».