Última actualización 5 diciembre, 2013 por Julio Muñoz
Finiquitada desgraciadamente a los 95 años la vida del preso más famoso de la historia, el número 46.664 de Robben Island, es momento de recordar en Colgados por el Fútbol la importancia que Nelson Mandela y su lucha contra el apartheid, ese que consiguió derrocar en 1992 tras largos años de intensa lucha ,tuvieron en el deporte rey.
Y es que si en algún momento ser de una clase o de otra, pertenecer a una raza u otra ha influido ha sido en Sudáfrica y ello, por supuesto se ha traducido al mundo del fútbol, donde las constantes divisiones racionales afectaron al balompié sudafricano a lo largo de todo el siglo XX. De hecho, el que todavía hoy es considerado deporte de negro en aquellos lares (el rugby es de blancos) no lo fue tal en los inicios de la centuria pasada. Y para muestra varios episodios realmente llamativos, que difícilmente se puedan observar en cualquier otra parte del planeta.
Creada en 1822, la Federación sudafricana de fútbol (FASA) comenzó en sus inicios dando prioridad absoluta a los blancos, los cuales podían competir y jugar en los equipos que se formaban en las distintas ligas regionales. Todo lo contrario, que a la población negra a la cual se le impedía asistir a los partidos o como mal menor se les reservaba diminutos espacios para poder presenciarlos. Esa fue la tónica en los primeros años, en los que no cambiaría hasta 1933, cuando se fundó dos asociaciones de carácter informal como la FA Sudafricana Bantú que se encargaba de regularizar la situación de futbolistas de color y la FA Sudafricana Colour, que trataba de combinar de forma efectiva la composición de equipos mestizos.
Sin embargo, y mientras cada vez eran más los negros que jugaban al fútbol, a nivel oficial la realidad dictaba otra cosa. La creación de la Confederación africana de fútbol en 1951 y la remodelación de su federación seguía dando prioridad absoluta a la raza blanca, tanto que para el Mundial 62 llevaría un equipo totalmente blanco, al igual que hacía para los campeonatos continentales, en los que hoy bien jugaba con un equipo integramente negro o blanco, siguiendo los dictados de la Constitución del país.
Ello evidentemente generó rechazo y reparos en la CAF y en la FIFA, organismo que en 1974 decidió expulsar a Sudáfrica de su estructura por no permitir la mestización del equipo ( ya en 1964 en el Congreso de Tokyo la había suspendido provisionalmente). Un duro golpe para una selección que debió esperar dos décadas para volver al plano internacional.
El 8 de diciembre de 1991 conseguido levantar el veto a la población negra gracias a los esfuerzos de Nelson Mandela, se erradicaría del deporte sudafricano cualquier rastro de su pasada división racial. Cuatro asociaciones dispares se conjuntaron para formar la nueva organización: la Asociación de Fútbol de Sudáfrica, la Asociación Sudafricana de Balompié, la Federación Sudafricana de Balompié y la Asociación Nacional Sudafricana de Fútbol.
Un mes más tarde, una delegación de la SAFA recibió una cerrada ovación en el Congreso de la CAF en Dakar (Senegal), donde se concedió a Sudáfrica la categoría de país observador. La admisión de Sudáfrica en la FIFA quedó confirmada en el congreso celebrado en Zúrich en junio de 1992. Le siguió automáticamente su admisión en la CAF, y Sudáfrica regresó a los escenarios mundiales.
Al mes siguiente, el país se convirtió en anfitrión de su primer encuentro internacional. Sudáfrica recibió a Camerún, cuartofinalista de la Copa Mundial de la FIFA Italia 1990, para celebrar tres partidos de homenaje a su proceso de unificación. En septiembre de 1992, Sudáfrica se enfrentó a Botsuana en Lenasia en su primer internacional juvenil, un choque correspondiente a la categoría sub-16. Hasta la fecha, la nación ha colocado a una selección en cada una de las competiciones de la FIFA y de la CAF, desde la categoría sub-17 hasta la absoluta, y en la modalidad femenina. Además, existe una Premier League donde se permite mezclar jugadores de ambas razas sin problemas.
A nivel social, el fútbol aún así sigue viéndose como un deporte de negros y el rubgy de blancos, pero a nivel legal no hay motivo para tal división. Y ello, fundamentalmente, se le debe a Nelson Mandela, el hombre que ya nos ha dejado.