Última actualización 1 junio, 2013 por Julio Muñoz
Sexo, dinero, drogas, coches y rock and roll. Este cóctel explosivo suele estar presente, antes más que ahora, en muchas de las fiestas de las grandes estrellas de la música, cine y por supuesto el fútbol. Jóvenes que mueven millones por doquier y que suelen aprovechar sus vacaciones o descansos para vivir la vida al máximo aprovechando el dicho latino del Carpe Diem. En Colgados por el Fútbol, toca hoy hablar de las grandes fiestas de los futbolistas. Ahí van unas cuantas:
1- Halloween y el Betis: ocurrió la noche de Brujas del 31 de octubre de 2001. Benjamín convocó en su casa a varios miembros de la plantilla a una cena con fiesta después, que incluía alcohol, mujeres y muchas más sorpresas: entre ellas la llegada de Manuel Ruiz de Lopera y Juande Ramos, presidente y entrenador en aquel momento, que llegaron para controlar a sus jugadores y comprobar que se acostaban pronto. Una pillada en toda regla que acabó con los jugadores saliendo de la casa a escondidas y con una repercusión mediática espectacular. Afortunadamente, ese año el Betis se clasificó para la UEFA.
2- México sub 22: la selección azteca envió una división sub-22 a la Copa América de 2011. Antes eso sí, debían jugar un amistoso en Quito con Ecuador. Un partido tranquilo que muchos se tomaron a la ligera, al punto que ocho jugadores fueron expulsados de la concentración por contratar el servicio de prostitutas en el hotel. Robos incluidos, sin duda, una de las fiestas más polémicas.
3- Rusia, repesca Mundial 2010: la selección rusa contaba con auténticas figuras mundiales del fútbol y de lo que no es fútbol en 2009. Durante la repesca contra Eslovenia, necesitaban dar el 100% y vaya que si lo dieron en su viaje al país balcánico. Las habitaciones de un hotel esloveno en el que se alojó la selección rusa se convirtieron en una especie de local de alterne. Prostitutas, alcohol y drogas poblaron las estancias de algunos de sus jugadores más importantes. «Yo les preparé las pipas. Hay que estar loco para furmar de esa manera antes de un partido, así que les dije que no iba a darles más. Ellos siguieron bebiendo y jugando a las cartas», explicó uno de los trabajadores del hotel. Sencillamente, bestial.
4- Maradona: el 10 argentino acabó mal con la drogas y el fútbol, en parte porque no podía reprimirse a pegarse un buen festival. En Barcelona y en Nápoles, el mediapunta argentino se hacía sus buenos homenajes. Pero en París, en una concentración en París, tal vez aquello se fue de madre.
5- Mágico González: si hubiera querido, hubiera sido el mejor futbolista de la historia. Pero lo suyo era beber, fumar, trasnochar e ir con mujeres. Dicen las malas lenguas que cuando estuvo a prueba con el Barcelona, en una gira por Estados Unidos estando en un hotel sonaron las alarmas y él no salió afuera. Estaba en la habitación…ya saben…en compañía.
6- Ronaldinho Gaucho: otro gran estrella mundial al que la fiesta le pudo. Cantaba, bailaba, jugaba al fútbol y además más cosas, entre ellas, la noche. Quizás, esa fuera su perdición. En Barcelona, fue pillado en buena compañía con alguna de sus amigas, de las tantas que tenía.
7- Guti: «no me imagino saliendo a los 60, sino ahora que puedo. Y posiblemente tenga razón. Su talento indiscutible, tanto para el mediocentro como para la noche. Madrid la quemó, pero también Estambul, donde a punto estuvo de ser arrestado.
8- Diego Tristán: este andaluz era muy amante de los carnavales en su mejor época. En una de ellas, lució un curioso traje. Y es que la fiesta le iba mucho.
9- Ronald Koeman y Hristo Stoichkov: ganar una Liga siempre es motivo de celebración, pero quizás, esa noche la alegría se desbordó y las cosas se salieron de tiesto. O no.
10- Romario: «si no salgo, no juego bien». Este hombre era el paradigma de la fiesta, tanto que no tenía reparos en llegar en helicóptero a los entrenamientos si la fiesta la noche anterior había sido muy lejos.
PD: podríamos hablar de las fiestas de Paul Gascoigne, Ronaldo, George Best o John Terry, pero han sido tantas, que no habría tiempo para leerlas ni para escribirlas.