Última actualización 15 febrero, 2017 por Alberto Llopis
Si uno repasa la historia del fútbol, el nombre de Diego Armando Maradona está escrito con letras de oro en el Olimpo de este deporte. Para muchos fue y es el mejor jugador de la historia, para otros no es el mejor pero lo tienen entre los mejores, para prácticamente todo el mundo que ha visto varias décadas de fútbol está seguro en el top ten de los grandes. Apodado Dios por muchos, se llegó a fundar incluso una iglesia a su nombre. Eso fue durante su etapa de jugador, brillante menos al final pero…muy alejada de la personal plagada de desastres y salidas de tono.
Como jugador, Maradona llevó de manera espectacular a ganar el Mundial de México de 1986. Fue sin duda el momento cumbre de su carrera. En el Nápoles, su nivel fue superlativo y todavia es recordado como un auténtico ídolo para la hinchada de San Paolo que vibra cuando su viejo símbolo pisa las gradas del vetusto estadio napolitano. Sin embargo, como jugador ya tuvo alguna que otra salida de tono, sobretodo al final de su carrera. En la Liga pasó por las filas del Barça a principios de los 80 y una década después por las del Sevilla de su gran amigo Bilardo.
A principios de los 90, se hizo publica su adicción a la cocaína y en el Mundial de 1994 celebrado en USA salió por la puerta de detrás después de que diera positivo en un control antidopaje tras el partido ante Grecia en el que anotó un golazo, el último del «Pelusa», ya en el declive total de su carrera, en una cita mundialista. Después años de sanciones, retiradas y vueltas pero nunca más, volvió a ser quien había sido sobretodo en los 80, su momento dorado.
Lo que vino después aún fue peor. Agresiones a periodistas, problemas de salud, clinicas en La Habana y una obesidad morbida por la que tuvo que pasar por el quirofano tras un grave susto . Un conato de muerte que apunto estuvo de mandar al Diego al otro barrio. Todo esto parecía haber pasado cuando fue nombrado seleccionador argentino para el Mundial de Sudáfrica 2010 en el que Argentina se clasificó en la repesca y en el que Maradona pasó a la historia por dedicarle a los periodistas argentinos una frase poco cariñosa. Celebre se hizo el «que la sigan chupando».
Sus últimos años no han ido mucho mejor. Una etapa como entrenador en Dubai, unas fotos suyas posando en plan culturista, un vídeo con una pelea y lío al salir de una discoteca, las denuncias de su última novia por agresión completan un historial muy negativo fuera de las canchas. Precisamente un vídeo grabado con el móvil por su pareja en el que Maradona, con una clara borrachera encima, se avalanza encima de ella y la agrede mientras ella le pide que pare de pegar, saltó a las noticias confirmando por si alguien no se había dado cuenta que el ídolo, tiene pies de barro.
Sus últimos escándalos en Madrid, ciudad donde ha estado hospedado para ver el Real Madrid-Nápoles de la Champions 2016/17 no hacen sino confirmar la decadencia de un astro que como persona nunca ha estado a la altura que estuvo como futbolista. Sus amenazas barriobajeras a un periodista español a su llegada a Madrid, al estilo de «si te pegó no te queda la náriz» o » si te pego mano a mano te estropeó» unidas a una visita de madrugada de la Policía Nacional a su hotel por, una supuesta denuncia de malos tratos de su novia (la misma que grabó el vídeo en 2014), dejan claro que hace tiempo que Diego Armando Maradona, pasó de dios a demonio. La pelota no se mancha pero si llora de pena.