Última actualización 2 marzo, 2018 por Alberto Llopis
El caso del Levante es digno de estudio. El equipo granota que empezó la temporada como un auténtico misil, sumando 9 puntos de 15 posibles, parece haberse quedado atrapado en el día de la marmota. No en vano, los aficionados levantinistas no saben lo que es ver ganar a su equipo desde el 19 de noviembre de 2017, es más, sólo han visto una victoria en los últimos veintidós partidos. Y pese a todo esto y lo más soprendente (aparte de no haber estado en descenso aún en 26 partidos, aunque ya lo rozan), es que Muñiz no ha sido cesado.
El Levante volvió a caer ayer ante el Deportivo Alavés en la que es su cuarta derrota seguida en LaLiga, esta vez de manera muy cruel en el último minuto del partido y tras aguantar más de una hora con diez. El entrenador del Levante, habló incluso ya de mala suerte pero sus números cantan. Por no irse muy lejos, cero de los últimos 12, 2 de los últimos 18. Si miramos más allá, una victoria en más de una vuelta (22 partidos) y 14 jornadas sin ganar que se dice pronto. No gana un partido en casa desde septiembre (3-0 ante la Real Sociedad) y uno en LaLiga en general desde noviembre (0-2 a Las Palmas). Con estos números, Muñiz se convierte en el peor entrenador del Levante en Primera y también en el único que cumpliendo esta premisa no ha acabado en la calle.
La afición granota como es lógico anda con un calentón de tres pares de narices. Desde el club podemos observar un inmovilismo y una falta de reacción tan terrible que parece que se de por asumida una situación que todavía es salvable ya que el Levante sorprendentemente y pese a tener unos números más que vergonzosos, sigue dependiendo exclusivamente de si mismo. Veremos que pasa este próximo domingo ante el Espanyol, si Muñiz obtiene la redención o todo sigue igual y acaba quemado poco antes de que comiencen las Fallas en Valencia.