Última atualização 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
Se terminó otro torneo, y el Clausura 2017 pasará a la historia como uno de los más convulsos y poco vistosos del fútbol mexicano.
El gastado rollo de que la Liga MX sería “espectacular” ya no se la cree ni un niño de pecho. Cuatro años y medio después de su lanzamiento, esta idea de los directivos mexicanos sigue sin dar el esperado salto de calidad y, al paso que lleva, nunca lo dará.
Aunque si por “espectacular” entendemos que a lo largo del semestre futbolero en suelo azteca sucedieran hechos tan chuscos como que en un solo partido (Pachuca vs. Jaguares) aparecieran en la cancha un perro y un gato –en distintos momentos– o que una supuesta bruja, llamada “Zulema”, llegara a las instalaciones del Cruz Azul –con 19 años y medio sin campeonar– a realizar extraños ritos para alejar la “maldición”, quizá el torneo mexicano sería catalogado de vistoso.
Bromas aparte, el Clausura 2017 se caracterizó porque aunque en relación con el Apertura 2016 aumentó el número de extranjeros participando por equipo, la cifra de goles descendió notable y alarmantemente, con la cual se echa por tierra la estúpida versión sostenida por los directivos, de que “a mayor cantidad de jugadores foráneos, mayor espectáculo”.
Y es que en el certamen efectuado entre julio y diciembre del año pasado, se anotaron 431 metas, lo que arroja un promedio de 25 pepinos por cada una de las 17 jornadas disputadas. Porém, en el torneo que aún se encuentra en disputa, se marcaron en su etapa regular 375 dianas (con promedio de 22 conquistas por semana), quer dizer, 56 menos que su precedente. Como dato adicional, en México se anota en su competencia máxima un gol cada 36 minutos.
En este torneo, sin contar autogoles, las anotaciones se dividieron así: 184 para los extranjeros y 178 para los nacionales, que é, apenas seis de diferencia entre unos y otros, lo que representa un argumento más para desmentir la falacia de que los jugadores venidos de fuera marcan una abismal diferencia respecto a los nativos.
La producción goleadora individual también arroja cifras preocupantes este semestre, pues el campeón en ese rubro, el peruano Raúl Ruidíaz (que consigue repetir el logro) apenas consiguió 10 pepinos, cantidad que se ve ínfima ante los 22 tantos de José Saturnino Cardozo en el torneo Apertura 2002 (a los que habría que agregar siete más en la liguilla, para contabilizar 29).
Y es que muy, pero muy atrás se ven aquellos torneos que, aún siendo cortos, terminaban con reyes del gol que no dejaban dudas de su poder letal ante las porterías enemigas: Sebastián Abreu (19 muitos), Alfredo Moreno (18), Jared Borgetti (18) y Emmanuel Villa (17, que fueron, junto al propio Cardozo, los últimos “asesinos de las áreas” en nuestro país… en la década pasada.
Todo había iniciado mal, porque el Apertura 2016 los Jaguares de Chiapas lo vivieron con problemas en los pagos a sus jugadores. En vísperas del Clausura 2017, los federativos “amenazaron” con que si no se regularizaban los adeudos, se desafiliaría al club. Nada de ello sucedió, y la irregularidad en la cobertura de la nómina continuó en este semestre, siendo una de las razones que llevó a Chiapas finalmente al descenso en este mes de mayo.
Incluso, en el cinismo o la ignorancia más flagrantes, las autoridades de la Federación Mexicana de Futbol aseguraban no tener ninguna notificación del problema, pese a que el tema era manejado ampliamente de manera pública, existiendo incluso una carta firmada por todos los integrantes del equipo chiapaneco dirigida a Enrique Bonilla, presidente de la Liga Mx.
Otros hechos contribuyeron a empañar el torneo: el lanzamiento de un envase de cerveza a la cancha del estadio “Morelos”, que por centímetros no golpeó al argentino Rubens Sambueza, del Toluca, y la fenomenal bronca entre seguidores de Veracruz y Tigres, en el estadio “Luis ‘Pirata’ de la Fuente”, que denotaron las endebles medidas de seguridad en los inmuebles del país.
Por si el poco espectáculo en las canchas, el desorden administrativo y la violencia en y desde las tribunas no fuera suficiente para catalogar al presente Clausura 2017 como un fiasco total, en relación a las cantidades de dinero que circulan en su entorno, hay que agregar el paro que se dio en la jornada 10, con la suspensión de los nueve juegos programados, ya que los árbitros unieron fuerzas, en protesta por las débiles sanciones que se impusieron a dos futbolistas extranjeros (el paraguayo Pablo Aguilar, del América, por 10 partidos, y el argentino Enrique Triverio, del Toluca, por ocho) tras haber agredido a los silbantes Fernando Hernández y Miguel Ángel Flores –respectivamente–, en sendos duelos de octavos de final del torneo de Copa Mx.
Tras la petición-protesta que realizó la Comisión de Árbitros ante la Comisión de Apelaciones y la amenaza de que los jueces centrales continuarían en la negativa de pitar duelos oficiales, se dio marcha atrás en el castigo a los dos jugadores, quienes días después fueron informados que estarían fuera del futbol por un año cada uno, y deberían pagar una multa económica.
Todo ello derivado del escandalazo suscitado por un error primario, al sancionar levemente a los infractores. Y es que los federativos y directivos de clubes ya no quisieron seguir arriesgando el negocio, pues solamente por el fin de semana sin actividad se dejaron de percibir 60.5 milhões de pesos, más otros daños colaterales, como la publicidad de patrocinadores no efectuada, ya que se calcula que hay entre 80 sim 100 empresas anunciándose directamente en el balompié mexicano, y que por el paro de actividades no tuvieron la habitual exposición de marca.
Para colmo de males, los equipos de los jugadores inhabilitados recurrieron al TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), en Suiza, y mes y medio después lograron revertir los castigos de un año, oficializándose los que se habían dictado originalmente (por 10 y ocho partidos), en una franca derrota del gremio arbitral y un pésimo precedente para la disciplina y el respeto en las canchas.
En estos días se disputan los cuartos de final del Clausura 2017 y ya habiéndose definido al equipo que desciende (Jaguares de Chiapas), y se espera que la liguilla o serie final justifique los montos económicos y la mercadotecnia que genera un torneo que pareciera va cayendo –por la incapacidad de sus dirigentes– en un franco proceso degenerativo.