Última actualización 27 marzo, 2024 por Alberto Llopis
El Mundial de Suecia 1958 significó la llegada de una nueva era al mundo del fútbol. Todo cambió en el país nórdico, puente entre dos formas de concebir el deporte rey. Podrían contarse muchas historias de este Mundial, a cada cual más surrealista. Por ejemplo, que la Araña Negra se convirtió en el primer portero en llevar guantes en un campeonato del mundo; por ejemplo, que fue la primera y única vez que participaron las cuatro selecciones británicas (Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales).
Por poner otro ejemplo, que Irlanda pidió no jugar los domingos porque era el día del Señor y la FIFA le dijo que no, o que por poner otro caso, Argentina acudió en un vuelo de más de 40 horas en clase turista con unas únicas camisetas para todo el campeonato que propició que incluso tuvieran que pedirle unas al Malmoe para entrenar.
El Mundial de Suecia 1958, el torneo que descubrió al ‘Rey del fútbol’
Al margen de esto, fue el Mundial de Brasil, el primero conquistado por un grupo donde Garrincha y Pelé ofrecieron su carta de presentación al mundo. Se albergó en Suecia porque era un país que no había intervenido en la Guerra Mundial y ofrecía calma e instalaciones. 16 selecciones participaron, no España, por segundo campeonato eliminada en la fase de clasificación y ninguna selección asiática o africana, eliminadas de antemano.
La primera fase apenas produjo más sorpresas que la eliminación de Inglaterra y Argentina, quien con tres derrotas emborronó su participación en su primeros duelos con equipos europeos desde el Mundial de 1934. Llegados los cuartos de final, el torneo entró en calor. Lo hizo con la victoria clara de Francia sobre Irlanda 4-0 y la de Brasil contra Gales 1-0 que propició que ambas selecciones se enfrentaran en semifinales.
Los dos mejores equipos, unos comandados por Garrincha, el hombre que maravillaba con sus regates imposibles y un joven de 17 años llamado Pelé que deslumbraba con su velocidad y determinación de cara a gol, otros liderados por un delantero que veía puerta con suma facilidad llamado Fontaine brindaron uno de los mejores partidos que se recuerdan.
La Brasil del 58 hizo historia en ese Mundial
Una semifinal épica que acabó 5-2 merced a un hat trick histórico de Pelé, y que propició el nacimiento del «jogo bonito». “Prefiero jugar contra 10 alemanes que contra 1 brasileño” fueron las palabras del meta galo ante la avalancha vivida en Rasunda, curiosamente la sede de la gran final.
Gran final que iba a disputar la canarinha contra Suecia, el equipo anfitrión que con un juego noble pero directo había vencido a Alemania por 3-1 y había logrado llegar a su primera final de un campeonato del mundo. Hazaña que iba a quedar eclipsada con otra nueva exhibición brasileña y de Pelé, quien con dos nuevos goles iba a coronarse campeón del mundo.
Pelé o don nadie (así era su traducción en portugués) había logrado su objetivo, hacer de Brasil campeón. Junto a él, Garrincha, el analfabeto y alcohólico, y considerado como medio subnormal por el plantel y especialmente por el psicólogo que aconsejó que volviera a su casa por “debilidad mental y simple» había conquistado el mundo. Garrincha tenía todo lo que un futbolista puede tener. Desborde, imaginación, regate y fantasía. Evidentemente la cabeza no parecía irle del todo bien como apuntaba el rumor que perdió la virginidad con una cabra a los 12 años, y que su madre era en realidad una de sus hermanas violada por su padre.
Claro que sería injusto terminar este anecdotario sin hablar del partido por el tercer y cuarto puesto. Un partido de consolación que sin embargo, en Suecia significó que Just Fontaine se convirtiera en el máximo goleador de la historia de los Mundiales con 13 tantos gracias a cuatro goles que de paso valieron para que Francia goleara 6-3 a Alemania.