Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
La de portero siempre, desde tiempos inmemoriales y desde que el fútbol es fútbol, es la posición más injusta en la cancha. El arquero, durante un partido, puede tener atajadas sobresalientes salvando a su equipo, pero con que se equivoque en una jugada, una sola, si es gol en contra ya queda marcado: nadie recordará sus salvadas pero sí se hablará durante muchos días (y en algunos casos, años, aunque parezca increíble) de su yerro, porque intervino en el marcador.
¡Cuántos guardametas se han consagrado en Mundiales! Desde el español Ricardo Zamora, apodado “El Divino”, en Italia ’34, hasta Keilor Navas en Brasil 2014 (porque en Uruguay 1930 la crónicas no reportan a algún “goalkeeper” –como se les llamaba entonces por la influencia inglesa en el naciente balompié– que haya destacado por sobre el resto).
Ochenta años de historias bajo el marco en la máxima competencia de este deporte. Y en la última Copa, es obvio que bien debe denominarse “de los porteros”, porque a diferencia de otros donde las estrellas han sido delanteros, medio ofensivos o incluso defensas, esta vez las mejores actuaciones, las más espectaculares, corrieron a cargo de quienes defienden el arco y tienen la responsabilidad y obligación de no dejar pasar los balones.
Como bien dijera el guardavallas mexicano Guillermo Ochoa (precisamente uno de los más destacados en el torneo recientemente concluido), en una entrevista al periódico español “As” el pasado 23 de julio: “el Mundial relanzó la figura de los porteros”.
En nuestra memoria estarán por mucho tiempo los lances del tico Navas, del azteca Ochoa, del gringo Tim Howard, el argentino Sergio Romero, el chileno Claudio Bravo, el colombiano David Ospina o, en menor medida, el belga Thibaut Courtois y el argelino Rais Mbolhi, muchos de ellos decisivos para que sus selecciones hicieran un destacado papel en la Copa y que les hizo merecedores de nominaciones de “MVP” (“jugador más valioso”) y atraer la atención del planeta.
Tanto brillaron estos arqueros, que la mayoría –en un interesante “tiovivo” futbolero– lograron colocarse en equipos con mayores expectativas: Navas recaló en el Real Madrid (jugaba para el modesto Levante), Ochoa en el Málaga (defendía al descendido Ajaccio francés), Bravo firmó con el Barcelona (era de la Real Sociedad).
Además, Ospina del Niza francés “voló” al Arsenal inglés, Romero terminó en el Benfica portugués (su anterior destino, el Mónaco, no era poca cosa… pero ahí era suplente), Courtois regresó al Chelsea (fue cedido 3 temporadas en el brillante Atlético de Madrid de Diego Simeone).
Solo un caso fue la antítesis de lo aquí comentado: el estadounidense Howard (que con sus 16 salvadas en el duelo ante Bélgica en octavos de final superó la marca de Ramón Quiroga en 1978, cuando en el Perú-Holanda, que concluyó 0-0, el arquero sudamericano impidió que su rival anotara en 13 oportunidades), y no porque haya descendido en cuanto a ilusiones con su club, ya que juega en el Everton de la Liga Premier inglesa, sino porque pese a esa memorable actuación suya del 1 de julio, la selección de las barras y las estrellas resultó eliminada de la competencia.
Unos más, otros menos, pero indudablemente Navas, Ochoa, Bravo, Ospina, Romero y Courtois subieron en el escalafón mundial y se colocaron “en la mira” de la opinión futbolera. Como puede verse, el ”latin power” predominó en el desempeño que esta posición, en general, tuvo en el Mundial 2014 (sin demeritar lo hecho por la gran figura, otro colombiano, el delantero James Rodríguez), pues 5 de los 6 guardametas que para mi se llevaron las ovaciones, representaron a esa parte del continente americano.
Quizá los que más dificultades tuvieron antes de llegar a Brasil fueron Ochoa y Romero: el mexicano venía de un descenso (no por esperado menos doloroso) en Francia y el argentino de una larga suplencia en esa misma liga. A ambos, un sector de la prensa y afición de sus respectivos países cuestionó su titularidad, pese a sus innegables cualidades custodiando los 3 palos. Con el paso de la Copa se confirmó que ni Paco Memo perdió sus facultades al descender con el Ajaccio ni el ”Chiquito” se olvidó de cómo atajar balones en la banca en el Mónaco.
Y concluido Brasil 2014, mientras sus colegas se iban colocando en diversos clubes de Europa, Ochoa no definía su situación y sus detractores (que en México sobran, ”gracias” a lo que el mítico ex delantero Hugo Sánchez llamó el “cangrejismo” de quienes no aceptan el éxito de un paisano) gritaban a los 4 vientos que terminaría firmando por otro “equipo segundón” o regresaría a jugar a su país, lo que indudablemente habría sido festejado burlonamente como una victoria por los “antimemistas”.
Pero en contra del portero azteca pesó la falta del pasaporte comunitario, pues la mayoría de clubes europeos prefieren “quemar” sus 3 cupos de extranjeros –no comunitarios– en jugadores de ofensiva y no en posiciones de retaguardia. Hoy, Ochoa tiene la ventaja de haberse colocado en un cuadro de expectativas medianas, en el que puede lucir mucho más que en el Ajaccio, y con la ventaja que le dan sus 29 años, dar el salto, pasados los 30 (la mejor edad en un guardameta), a un club grande y continuar escribiendo su propia historia por sí mismo.
Por lo demás, a diferencia de Mundiales donde las figuras fueron jugadores ofensivos (Fontaine, “Pelé”, Maradona, Platini, Schillaci, Romario, Ronaldo, Zidane, etc.), el de Brasil 2014 tiene que ser calificado como “el de los arqueros”… que sacaron el “latin power”.