Última actualización 9 enero, 2023 por Alberto Llopis
La Batalla de Belgrado fue uno de esos partidos que quedaron sin duda para la historia. Que los antiguos yugoslavos y los españoles son gente con mucho carácter no lo discute nadie, pero tal vez lo que ocurrió el 30 de noviembre de 1977 fue demasiado. Yugoslavia y España se medían en el abarrotado estadio del Pequeño Maracaná de Belgrado. 100.000 espectadores enfervorizados debían animar a una selección local que debía ganar por dos goles de diferencia a España si quería acceder al Mundial de Argentina. A la selección española, entrenada por Ladislao Kubala, por su parte, le valía el empate, o incluso, la derrota por la mínima.
La Batalla de Belgrado, un partido que fue una guerra sobre el verde
El Mariscal Tito, consciente de la importancia del encuentro había declarado feriado el día para que el ejército pudiera asistir al encuentro. En juego había muchas cosas. España y Yugoslavia mantenían una rivalidad que ya les había llevado a enfrentarse en la anterior fase de clasificación para el Mundial de Alemania, entonces con victoria balcánica.
Sin embargo, ahora las cosas parecían distintas. España contaba con una nueva hornada de futbolistas, bravos, jóvenes y sin miedo. Juanito, Camacho o Migueli no eran gente que se arrugaba por ver caer cientos de bengalas sobre el terreno de juego. Necesitaban mucho más que fuegos artificiales para sentir miedo.
Consciente de ellos, los yugoslavos sacaron el manual de como ganar en casa por la vía civil o criminal, y decidieron decantarse por la segunda opción. Fruto de ello, el partido no fue tal, sino una auténtica batalla, la de «Belgrado». Nada más iniciarse el encuentro, Juanito, recibió una tarjeta de presentación en forma de una brutal entrada de Bujan que no fue ni sancionada por el colegiado inglés Burns. Un aviso de lo que ocurriría en el minuto 3, cuando Sead Susic se iba a cargar a Pirri, teniendo este que ser sustituido por Antonio Olmo.
Tras una primera parte de ligero dominio local, el partido llega al descanso con 0-0 y muchos nervios sobre todo, en el bando local, que ven como las cosas no funcionan. Menos aún, cuando en el minuto 76, Rubén Cano aprovecha un centro de Cardeñosa para adelantar a los españoles en el marcador.
Finiquitado el Plan A, hay que pasar al B piensan los eslavos. Ese no es otro, que aumentar aún más la agresividad, fomentar el conflicto, llevar el partido a la violencia. Es así como Muzinic golpea fuertemente a Juanito, que debe salir fuera del terreno de juego víctima de la patada. La salida no va a ser todo lo reconfortable que se piensa. El 7 , un hombre capaz de enfrentarse a 100.000 personas le indica al público con el pulgar que van a perder. El resultado no se hace esperar. Una botella lanzada por los seguidores deja inconsciente al extremeño, que se lo tienen que llevar en camilla.
Las agresiones yugoslavas prosiguen y la próxima víctima es Migueli, quien es agredido por Halilhdodzic. A partir de ahí gresca, puñetazos y patadas por doquier hasta que Burns pita el final.
Finalmente España lo consigue, vuelve a estar en un Mundial 12 años después a costa de una Yugoslavia que ve como su Pekeño Marakaná llora desconsalada. Nunca la violencia fue el camino a seguir.
Alineación de aquel partido:
Yugoslavia (0): EKatalinic; Hatunic, Boljat, Stojkovic, Trifunovic; Muzinic, Popivoda (Vukotic), Safet Susic, Surjak; Sead Susic (Halilhdodzic), Kustodic.
España (1): Miguel Angel; Marcelino, Migueli, San José, Camacho; Leal, Pirri (Olmo), Asensi, Cardeñosa; Juanito (Dani), Cano.
Gol: 76´ Rubén Cano.
45 años no son nada. La batalla de Belgrado
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