Última actualización 5 abril, 2024 por Alberto Llopis
El fútbol volvió a sus orígenes en 1966. Por fin, Inglaterra acogió un Mundial y tuvo la suerte de que no fue uno cualquiera, sino uno de las más divertidos y emocionantes que se recuerdan. Y lo fue desde antes que empezara la propia competición.
Porque meses antes de inaugurarse la octava edición la copa Jules Rimet fue robada en la bahía de Westminster permaneciendo ocho días perdida hasta que un perro de nombre Pickless la encontró en el jardín de una casa y se convirtió en el héroe del país y en protagonista de las principales portadas de los diarios nacionales e internacionales.
Fue un Mundial atípico, con imágenes aún en blanco y negro, con televisión vía satélite, con Inglaterra ganando el primer y único Mundial de su historia tras un sinfín de acontecimientos previos y escándalos arbitrales. Participaron 16 selecciones divididas en cuatro grupos que llevaron a lo mejor de lo mejor. Pelé, la Araña Negra, Franz Beckenbauer, Hurst, Charlton, Eusébio…fueron muchas las estrellas invitadas.
Lo más destacado en la fase previa vino de la mano de Corea del Norte y Brasil. La selección asiática con jugadores rápidos pero muy bajitos pasó a la segunda fase después de derrotar a Italia por 1-0. Brasil, campeona de las dos anteriores ediciones y con Pelé, Garrincha o Tostao, por su parte, cayó ante Hungría y Portugal. Y es que los lusos presentaron el mejor equipo de su historia con un hombre que destacaba por encima de todos: el gran Eusébio. Un portento físico procedente de Mozambique que ponía en jaque con su velocidad y tiro a las defensas rivales como bien pudo apreciar Brasil al encajar dos goles suyos.
Anécdotas al margen como ese choque entre Uruguay y Francia con Joan Djorkaeff (padre de Youri) y Pablo Forlán (de Diego), el plato fuerte vino a partir de los cuartos de final. Argentina e Inglaterra dirimieron unos intensos cuartos de final llenos de polémica con escándalos y expulsiones argentinas que nunca se aclararon. “Porque lo miró con malas intenciones…” fue el acta arbitral que reflejaba una de ellas. Inglaterra, que no dejó entrenarse a la albiceleste un día antes en Wembley por una carrera de perros, ganó 1-0 pero no fue éste, sin embargo, el partido más recordado de aquel Mundial.
Lo sería el célebre Corea del Norte-Portugal. Y lo sería porque los coreanos se pusieron por delante 0-3 y dieron paso a una exhibición antológica de un hombre que llegó a marcar cuatro goles en una tarde gloriosa. Como intuyen fue Eusébio, el máximo goleador de aquel campeonato, quien llevó a los portugueses a las semifinales.
Semifinales que enfrentarían a portugueses e ingleses por un lado y alemanes y soviéticos por otro que darían con Inglaterra y Alemania en la gran final. Una final que iba a ser una de las polémicas que se recuerdan. Porque con empate a dos y sumergidos ya en plena prórroga un lanzamiento de Hurst iba a dar en el travesaño y salir despedido al césped botando sobre la línea de gol pero sin sobrepasarla. Sin embargo, el colegiado la ibo a dar por gol provocando el tercer y valiosísimo gol de los pross que poco después se alzarían campeones del mundo en un ambiente de crispación alemana y alegría anglosajona.
Podrían decirse más cosas de este Mundial, como que Filipinas no accedió a jugar la fase de clasificación por no pagar la inscripción, como que el Congo no participó por no enviar la solicitud por escrito, que España protagonizó una nueva decepción con otra hornada increíble de jugadores o que Gordon Banks se coronó como el mejor portero del mundo. Por cierto, el dato lo protagonizó Portugal. En todos sus seis encuentros, marcó después del minuto 80.