Última actualización 14 marzo, 2018 por Julio Muñoz
Si uno mira nuestro eslogan de portada puede observar que en él figura la inscripción «la enciclopedia del fútbol». Un nombre que hace mención a la amplía y variada temática que sobre el deporte rey usted puede observar en Colgados por el fútbol. La susodicha frase elegida en su día y consolidada a lo largo del tiempo no es más que un guiño al mejor lateral izquierdo de la historia del fútbol, Nilton Santos.
Un defensa brasileño, nacido en el siempre concurrido barrio de Botafogo (Río de Janeiro), que hacía llamarse la «enciclopedia del fútbol» por su espectacular conocimiento del mundo balompédico en todos sus aspectos. Ya fuera historia, táctica, domino técnico o cualquier otra faceta que tuviera que ver con 22 hombres sobre un terreno de juego. Lamentablemente, esa «enciclopedia» ya no existe y no volverá a abrirse pero sería tremendamente injusto no recordar qué contenía y cuánto aportó al mundo del fútbol.
Nilton Santos nació en 1925 y su entrada al ámbito futbolístico fue más bien casual. Estando en el servicio militar, un oficial de la fuerza área brasileña captó su talento y su enorme zancado y le convenció para formar parte de las filas del Botafogo. Nunca nadie aconsejó tan bien a Nilton como lo hizo aquel oficial. Su entrada en el conjunto fue todo un éxito y el inicio de una larga y exitosa carrera el club carioca que se prolongaría hasta 1964, dieciséis años después de firmar su primer encuentro en el primer equipo.
16 años repletos de triunfos, de títulos y de dejar huella. Porque huella fue lo que dejó Nilton en esos años de carrera. Santos no era un lateral más, era un innovador carrilero que defendía como cualquier defensa, pero que tenía por costumbre subir más de la cuenta para lo que entonces se entendía que debía hacer un defensor. Una frase marcó como vivía esa represión en su parcela del campo sin apenas poder traspasar la línea divisoria del centro del campo: «»De los laterales de ahora no envidio la fama o el dinero pero sí la libertad. Ahora pueden atacar, todos atacan, ese es el legado que me hemos dejado».
Un resumen perfecto para un hombre que se enfundó la camiseta de la canarinha en 1949 y que gozó de lo mejor y lo peor de ser jugador de Brasil. Testigo del cruel «Maracanazo», sin embargo, fue artífice junto a otros grandes como Djalma Santos (otro lateral pionero en subir al ataque), Pelé o su inseparable Garrincha del primer Mundial conseguido por la selección brasileña, el de Suecia 58 y posteriormente, del segundo, en Chile 62, donde además dejó una obra maestra en su partido contra España.
Competidor en cuatro Mundiales, elegido por la FIFA en el año 2000 el mejor lateral izquierdo de la historia, en el Estadio Olímpico João Havelange, de Río de Janeiro se levanta una estatua en su honor. Justo premio a un infatigable jugador capaz de recorrer todo el campo una y otra vez que un 27 de noviembre de 2013 a los 88 años nos dejó para siempre con 729 partidos en las filas de Botafogo y 75 encuentros con Brasil, sus dos grandes amores de su vida deportiva, en su palmarés.