Última actualización 27 marzo, 2024 por Alberto Llopis
El Mundial de Suiza 1954 fue el primero con Brasil de amarillo tras quitarse de encima ese maldecido blanco, para muchos causantes del Maracanazo. Fue la vuelta de Alemania a los campeonatos del mundo tras la sanción impuesta por la II Guerra Mundial. También el que supuso la primera derrota de Uruguay en un Mundial, 24 años después de disputarlo por primera vez. Pero fue, sobre todo, el torneo de aquella Hungría del 54, la puesta en escena de posiblemente la mejor selección que haya dado el fútbol.
El Mundial de Suiza 1954, 4 años después del Maracanazo
En plena posguerra mundial sólo Suiza aseguraba en el Viejo Continente la disputa de un campeonato en condiciones y ello le permitió acoger una de las ediciones más interesantes de la historia, sino la que más. Hubo partidazos, grandes jugadores y todo aquello que debe tener un torneo de este calibre. Participaron 16 equipos con excepciones importantes como la de Argentina (que no participó como protesta por la elección de la sede) y España, a quien un muchacho romano de nombre Franco Gemma lo apartó con la famosa mano inocente después de que la selección española hubiera empatado su eliminatoria de clasificación en empate con Turquía.
El Mundial donde maravilló Hungría
Cuatro grupos de cuatro equipos totalmente arbitrarios llenaron una primera fase que dejó varios momentos para el recuerdo. La colosal actuación de Hungría que acabó invicta en el grupo B con un contundente 9-0 ante Corea y un no menos espectacular 8-3 ante Alemania con un potente sistema repleto de delanteros de la clase de Puskas, Kocsis o Czibor. Una máquina perfectamente engrasada que practicaba un fútbol rápido, sin fisuras y con mucho gol. Un juego de ataque que se había proclamado campeón olímpico en 1952 y que había dejado su carta de presentación en Wembley un año antes siendo la primera selección no británica en lograr ganar y por un claro 3-6.
Primera fase espectacular del equipo magiar que culminó con la clasificación para cuartos junto a los siete favoritos, entre ellos, Brasil, quien curiosamente sería su rival en la antepenúltima ronda.
La famosa ‘Batalla de Berna’
Una ronda que iba a deparar uno de los partidos más famosos de la historia, la Batalla de Berna, un partido durísimo que acabaría con tres expulsados, entradas muy violentas y una tangana final en los vestuarios que se llevaría inconsciente a un jugador húngaro y que acabaría con el entrenador magiar con cuatro puntos de sutura en la cabeza. Lanzamientos de botella de Puskas a rivales completaron una fiesta que acabó con 4-2 para Hungría y su pase a semifinales.
Semifinales que también tendrían a Hungría como protagonista pues iba a disputar una de las semifinales más hermosas que se recuerdan. Un 4-2 ante Uruguay con doblete de Kocsis en la prórroga en un partido de ida y vuelta que iba a significar la primera derrota celeste en un campeonato del mundo.
El Milagro de Berna
Claro que el gran momento iba a ser la final. El Wankdorfstadion de Berna iba a acoger lo que se conoce como el «Milagro de Berna». La resurrección alemana a un partido que iba a perdiendo 2-0 a los ocho minutos ante un equipo que no había perdido en los últimos cuatros años. Una hazaña histórica comandada por Fritz Walter, el capitán, y Rahn, el autor de los dos últimos goles, el último de ellos a seis minutos del final de una segunda parte donde los alemanes se adaptaron mejor al terreno de juego totalmente mojado merced a unas botas especiales de mayor agarre creadas por un compatriota de nombre Adi Dassler, el fundador de Adidas. Un final que supuso guardar las botellas de vino preparadas para el festín previsto del «equipo de oro» y acabar con su invicto de 33 partidos.
Fue el epílogo de un Mundial que trajo la primera victoria alemana y el inicio de las retransmisiones por televisión del campeonato. En total, ocho países tuvieron la fortuna de ver en Europa el que es posiblemente el mayor de los Mundiales.