Última actualización 6 abril, 2024 por Alberto Llopis
Lezama es, y será por siempre, sinónimo de cantera, sinónimo de futbolistas del norte, sinónimo, en esencia, de fútbol y de pureza. Lezama es una raza, ni se compra ni se vende. La cantera del Athletic Club de Bilbao se ha caracterizado por formar futbolistas físicos a la par que técnicos, que no desdeñan el buen fútbol. Pero no solo de prolíficos delanteros y férreos defensas ha vivido Lezama. Un pléyade de grandes guardametas ha alimentado la cantera rojiblanca durante décadas.
Para hablar de futbolistas como Iríbar no basta con ponerse de pie. La sombra que proyecta el Txopo es muy alargada y mira con lupa cada cada portero que salta de la cantera a San Mamés, al viejo o al nuevo. Desde la retirada del mejor guardameta del club en 1980, pocos porteros han conseguido asentarse en la portería vasca. Desgraciadamente, ha habido más efímeros que duraderos.
Cedrún o Aguirreoa tuvieron que buscarse lejos de San Mamés las habichuelas y Zubizarreta, aunque perduró durante años, sucumbió a los encantos de jugar en el Fútbol Club Barcelona. Biurrun, que había jugado en la Real Sociedad y en Osasuna, fue su recambio y, aunque pasó cuatro años como titular indiscutible, se marchó sin cosechar éxito alguno. Iru y Kike Burgos corrieron la suerte de Cedrún y Aguirreoa y apenas pudieron completar una temporada, de las varias que estuvieron en el Athletic, como titulares.
Al aterrizar en el banquillo de San Mamés en 1992 el alemán Juup Heynckes, hizo debutar a dos cachorros de león que dejarían huella en Bilbao durante años: Juanjo Valencia y un tal Julen Guerrero. De Julen poco hay hay que no se haya escrito ya, pero el ágil portero guipuzcoano, que no vizcaino, también merece una página en la historia del club.
Tras la marcha de Pintinho Biurrun, la inestabilidad en la portería retornó a Bilbao. Ni Iru ni Kike habían cumplido con las expectativas los dos años anteriores y el técnico de Monchengladbach dio la alternativa al arquero del filial bilbaíno el año anterior, Juanjo Valencia. No muy alto de estatura (apenas rozaba el 1’80) se hizo dueño del marco rojiblanco durante cinco temporadas consecutivas.
Valencia había llegado tarde a Lezama, con 18 años procedente del Antiguoko, equipo de base donostiarra. El Athletic puso sus ojos en él al terminar la edad juvenil y lo fichó para cederlo la primera temporada al Barakaldo. En verano de 1991 retornó a Bilbao y tras jugar en el Bilbao Athletic una temporada, Heynckes no lo dudó y lo sacó de titular la primera jornada de la citada temporada 92/93.
Juanjo Valencia no tuvo rival de 1992 a 1997. Dotado de unos reflejos extraordinarios, destacaba en las distancias cortas, teniendo en los pies su punto más débil. A su sombra siempre, Kike Burgos tuvo que hacer las maletas con destino Mallorca, lo mismo que Aizkorreta rumbo Logroño. Su impacto en la Liga fue tal que Javier Clemente llegó a convocarlo con la Selección española para un partido contra Alemania en febrero de 1995. Valencia, que había jugado bastantes partidos con la sub 21, no llegó a debutar con la absoluta.
Con la llegada del francés Luis Fernández al banquillo rojiblanco, y pese a empezar como titular en la campaña 1996/97, la suerte del donostiarra empezaría a tornarse. Tras 22 jornadas consecutivas de Valencia bajo los postes, Imanol Etxeberría se hizo con un puesto fijo en el once y no lo volvería a soltar. El donostiarra apenas jugaría 5 partidos en las dos posteriores campañas y se vio obligado a cambiar de aires tras disputar nada más y nada menos que 172 partidos oficiales en el Athletic. El Sevilla, que acababa de ascender, lo fichó para ser uno de los futbolistas importantes del equipo en la temporada 1990/2000.
La suerte volvía a irle de cara al cancerbero vasco mas una mala dinámica sevillista le apartó de los terrenos de juego en favor del noruego Frode Olsen. Entre tanto, el Sporting de Gijón con sus guardametas principales Juanjo y Sergio Sánchez lesionados, se vio obligado en abril a buscar un sustituto de garantías para el final de Liga. El elegido había sido el campeón del mundo juvenil Dani Aranzubía, que aún no había debutado en el Athletic de Bilbao, pero la directiva asturiana busca más experiencia y Valencia acabó siendo el que fichase por el club gijonés.
Lo que empezó siendo una cesión hasta final de Liga que diese al donostiarra minutos de juego para volver al Pizjuán o, en cualquier caso, a Primera División, acabó siendo un matrimonio bien avenido durante cuatro temporadas y media. Volvió a no tener rival durante los primeros tres años completos que jugó en El Molinón. A punto de cumplir 33 primaveras, y dejando al Sporting a las puertas de Primera, la directiva rojiblanca, en medio de una crisis convulsa, le rescindió el contrato y se marchó al Nástic de Tarragona.
En el Nou Estadi rápidamente se hizo dueño de la portería de un recién ascendido a Segunda pero durante el segundo y último año en el club tarraconense perdió la titularidad. El tiempo de fútbol se le iba acabando al bueno de Juan José. Un Nástic enrachado, con un Álvaro Iglesias excelso y con la mirada puesta en ascender era un lugar muy difícil donde tener minutos. No iba a ser fácil retirarse del balompié en el banquillo pero cuando posiblemente menos lo esperaba, el Racing de Santander de Manolo Preciado que flirteaba con el descenso a Segunda llamó a su puerta.
Aunque no tuvo la posibilidad de desbancar a Aouate de la portería del Sardinero si pudo retirarse saboreando la élite en la última jornada de esa temporada, la 2005/06. El Racing, salvado, visitó El Madrigal y, aunque ganaron los locales, Valencia pudo poner punto y final a su carrera profesional jugando y en Primera más de seis años después.