Última actualización 31 marzo, 2024 por Alberto Llopis
Italia partía como clara favorita para ganar el Mundial de 1934 que organizaba. Benito Mussolini y su propaganda fascista habían revestido el campeonato como un magnífico escaparate donde brillar la selección transalpina, y por ende, toda la nación.
España, por su parte, se presentaba como una clara alternativa al título. Jugadores como Zamora, Lángara o Quincoces eran los baluartes de una España que había demostrado sus credenciales en la victoria de octavos ante Brasil por 3-1. Pocos se atrevían a discutirle la hegemonía a un grupo de jugadores que progresaba con paso firme camino de escribir una de las más gloriosas páginas del fútbol español. Italia, quizás, era junto a Austria la única selección que podía inquietarle y el destino quiso que se vieran las caras.
En cuartos, ambas selecciones se enfrentaban en Florencia, en uno de los choques más apasionantes del torneo. El partido fue de auténtica locura. España se adelantó con un gol de Regueiro que encarrilaba la clasificación de la «Furia». Sin embargo, este momentáneo triunfo no se podía permitir y fue ahí cuando empezó el escándalo. Los «azurri» empezaron a practicar un juego durísimo que acabó con multitud de jugadores lesionados (entre ellos, Zamora, que acabó con una costilla rota). Además, el arbitro no vio un claro empujón al portero español en el gol de Ferrari.
No obstante, España aguantó el empate a 1 y consiguió jugar el partido de desempate un día después con un equipo muy mermado por las bajas. En este caso, el escándalo fue aun mayor. Los italianos lograron ganar con un polémico gol de Meazza y a la selección española se le anularon dos goles sin saber un siglo después el motivo. Todo ello, en medio de un rosario de lesionados, que acabaron la mitad en la enfermería debido a las duras entradas recibidas.
En el partido de desempate, Italia ganaría a una España repleta de jugadores suplentes que nada pudo hacer ante el poderío italiano y la actuación casera de los árbitros. Italia se clasificó para sus primeras semifinales. España empezaba su maldición con los cuartos de final y el conjunto transalpino, que tendría un capítulo similar en el Mundial de Estados Unidos 1994.