Última actualización 14 marzo, 2018 por Alberto Llopis
Debo confesar que quien le escribe empezó odiándolo y terminó adorándolo. Extraña sensación que provocan muchas personas. En su pierna izquierda tenía más calidad que el 90% de futbolistas que han pisado un terreno de juego. En su cabeza, un mundo complejo que le hacía visionar pases allá donde nadie veía más que hierba o no rendir al máximo cuando la oportunidad requería dar el 100%. Así, genio y figura hasta su retirada fue nuestro protagonista de hoy: José María Gutiérrez «Guti», el 14.
Mediocentro reconvertido a delantero. Mediapunta adaptado a organizador. Difícil sería decir cuál era la posición en la que mejor rendía este artista del balón, símbolo durante más de 15 años del Real Madrid. Y es que si algo explica la vida deportiva de Guti es su amor al Madrid. Nacido en 1976 en Torrejón de Ardoz, su trayectoria va unida al cuadro blanco, donde entró con apenas nueve años y salió cumplidos ya los 34. 25 años entre categorías inferiores y primer equipo en lo que se vio lo mejor y lo peor de un personaje singular del que muchos opinaron que pudo hacer más de lo que realmente hizo.
Y no es que hiciera poco. Cinco Ligas o tres Champions no son poco para casi cualquier futbolista, si además se tiene en cuenta que acompaña a ello con 542 partidos con el cuadro de Chamartín y 77 goles en su carrera. El problema es que a parte de eso hubo más. Hubo fiestas, continuas salidas de tono en ruedas de prensa («el que no me crea que vaya a coger amapolas al campo» o «no veo con 60 años en una discoteca sino ahora»), indisciplina y en ocasiones hasta falta de profesionalidad.
Dicen que el futbolista perfecto sería una mezcla de la seriedad de Raúl y el talento de Guti. Con eso último, sin duda, convendría quedarse. Jamás sobre un campo se vio a un tipo en posición franca para anotar dar un taconazo para que rematara el compañero es posición desventajosa simulando tener ojos en la espalda. Jamás se vio sortear a una fila de rivales a través de un taconazo en profundidad, ni mucho menos meter de chilena un gol de fuera del área, siempre ante equipos de máximo nivel.
No se vio, salvo en él, que hacía eso y mucho más. Regateaba, tenía gol, incluso en ocasiones carácter, pero le faltó algo básico: llegar a la afición a través del trabajo. Ese quizás fue el gran pecado que le llevó a nunca jugar una fase final con su selección (con la que tan sólo disputó 13 partidos y marcó tres goles) y a no ser nunca titular indiscutible.
No todos los jugadores tienen que ser iguales. Él demostró que no lo era, lo que le valió para pasar a la historia. A su historia, y también se quiera o no,( por parte de admiradores o detractores) a la del fútbol. Y es que al fin y al cabo, los genios están locos. Y el 14, era uno de ellos. Bendita locura.
Su carácter peculiar le hizo salir en programas de televisión como cuando ejerció de jurado en un programa donde famosillos saltaban desde un trampolín y a participar en tertulias futboleras con toque de programa rosa. También es un activo twittero. Y es que Guti no deja a nadie indiferente como hizo sobre el verde, su habitat natural.