Última actualización 27 marzo, 2024 por Alberto Llopis
El Mundial de Chile 1962 fue el de las lesiones, de los encuentros broncos, el de la violencia en grado extremo pero sobre todo y ante todo, el de Brasil, que se coronó campeona del mundo por segunda vez en su historia y además de forma consecutiva. Eso es lo que sucedió en un campeonato singular que contó con todos los ingredientes que un gran torneo debe de tener.
El decepcionante papel de España
Participaron en total 16 selecciones en un Mundial marcado por el terremoto ocurrido en Valdivia dos años antes que costó la vida a 5.000 personas y dejó más de dos millones de afectados. Una catástrofe que hizo que sólo cuatro sedes pudieran acoger lo que a la postre sería un campeonato espeso pero emocionante.
Regresó España al Mundial tras dos ausencias consecutivas con una selección llena de talento pese a la baja a última hora de Di Stéfano (lesionado estando ya en Chile). En sus filas estaban Puskas, Santamaria, Peiró, Luis Suárez, Adelardo y una plaga de estrellas que tenía como misión superar una primera fase donde compartían grupo con Brasil y Checoslovaquia, a la postre los dos finalistas. Evidentemente no lo hizo, en parte porque la Brasil de Amarildo y Garrincha (Pelé se lesionó a las primeras de cambio y no pudo completar el resto del torneo) y los siempre rugosos checoslovacos se lo impidieron.
La Batalla de Santiago
Fue el grupo de estas tres selecciones interesante pero no lo más destacado a pesar de todo que nos dejó la primera fase. Yugoslavia y la URSS dirimieron uno de los partidos más broncos que jamás se han jugado. El encuentro acabó como el rosario con tres fracturas de jugadores soviéticos y dos balcánicos lesionados. Fue la antesala a otro encuentro épico, la Batalla de Santiago, que protagonizaron Chile e Italia en medio de un clima casi bélico.
Unas declaraciones de periodistas italianos en las que aseguraban que Chile era un país tercermundista y sus mujeres feas pusieron una afición muy caliente que recibió con piedras al equipo transalpino y que provocó que el duelo se convirtiera en una guerra llena de entradas salvajes que obligó a entrar a la policía para sacar a algún jugador en medio de continuas trifulcas.
El primer Gol Olímpico de la historia
Claro que todo fue violencia. Marcos Coll tuvo el honor de anotar el primer gol olímpico de la historia de los Mundiales, ni más ni menos que ante la Araña Negra. Garrincha llevó a su equipo a la final a base de malabarismos indescifrables para el resto de contrarios.
Sin hacer ruido, brillante fue la actuación de Checoslovaquia, que introdujo el fútbol defensivo y táctico y llegó a la final, donde la canarinha demostró ser la más fuerte. Fue el epílogo a un Mundial que no pasará a la historia por ser el más brillante, sino más bien el más duro.