Última actualización 14 octubre, 2023 por Alberto Llopis
Quizás sin esa gran perseverancia que le hacía romper zapatillas tras horas y horas de darle a la pelota no hubiera llegado nada. Tampoco hubiera sido lo que fue si no hubiera dado el doloroso paso de llevarle la corriente a todo el mundo y cambiar de continente cuando todo lo tenía al alcance de su mano. Pero así era Enrique Omar Sívori, posiblemente uno de los más grandes jugadores que ha dado River Plate y la Juventus de Turín, lo cual ya habla de su enorme calidad.
Enrique Omar Sívori, uno de los mejores jugadores de la historia de Argentina pero también de Italia
Nacido en 1935 en San Nicolás de los Arroyos, con 17 años muchos de los que le vieron por primera vez ya supieron que estábamos ante un grande del fútbol y de la historia. Porque fue a esa edad cuando ingresó en River en las categorías inferiores y también cuando empezó a dar destellos de su clase. Algo que no pasó por alto a los técnicos del primer equipo que en 1954 decidieron darle la oportunidad de jugar en Primera División teniendo la difícil misión de sustituir a Ángel Labruna, un histórico de aquella «Máquina» de los años 40.
Una acertada decisión que dio sus frutos. En las tres temporadas que estaría con los «millonarios» ganaría dos Ligas pero dejaría una impronta imborrable. Dueño de una personalidad arrolladora, se trataba del clásico que 10 que ejerce las labores de mediapunta o segundo delantero con la precisión del cirujano que se enfrenta a una operación a corazón abierto. Un excelso futbolista (muchos compararon a Maradona con él) con un distinguido toque y una fenomenal llegada en segunda línea, que muchas veces le hacía tener números de delantero centro.
Formó parte de «Los Carasucias de Lima»
Algo que le permitió ganarse a la afición y al seleccionador Stábile que le convocó para la Copa América de 1957, donde además de ganarla sería el mejor jugador del campeonato gracias a un equipo plagado de gente joven que gustaba llamarse los «Carasucias de Lima», en honor a las sede del torneo sudamericano de ese año. Justo premio que hizo subir su valoración al punto de que la Juventus llegó a poner sobre la mesa en el verano de aquel año una oferta de 10 millones de pesos por su traspaso.
Sívori siguió su camino y su vida en Italia
Cifra récord que terminó lógicamente con su traspaso pues tal cantidad suponía un récord en el mercado de fichajes, al punto de que el dinero fue utilizado para acabar la obra del Estadio Monumental de River. Su llegada a Turín estuvo envuelta de polémica. Fueron muchos los que pensaron que no se adaptaría al fútbol italiano y más aún los que le llamaron «pesetero» por su ahínco por buscar un futuro mejor.
Nada más lejos de la realidad, su comienzo en la Juve no pudo ser más exitoso, especialmente en las primeras cuatro campañas. Tres Scudettos, un premio al máximo goleador de la Serie A y una serie de actuaciones personales descomunales le llevaron a ganar el Balón de Oro de 1961, luego de haber obtenido la doble nacionalidad.
Jugó el Mundial de 1962 con Italia
Una doble nacionalidad que le iba a permitir jugar con Italia el que fue su único Mundial, el de Chile 1962. Un campeonato donde no pudo pasar la primera fase pese a contar con una serie de grandes compañeros. Un paso atrás en una carrera que curiosamente empezaría una decadencia a partir de ese momento.
Pues las siguientes temporadas no iban a ser tan gloriosas en la «Vechia Signora» al punto de tener que abandonar las filas blanquinegras en 1965 y fichar por el Nápoles. En la ciudad napolitana, Sívori iba a vivir una segunda juventud. Marcando los pasos que luego Maradona completaría, Chiquín (como le apodaban) iba a llevar a los azulones a la segunda plaza de la Serie A. Un buen final para un jugador al que una lesión en la rodilla terminaría retirando en 1968.
Nombrado uno de los mejores mediapuntas de la historia del fútbol e integrante del FIFA 100 elaborado por Pelé, Sívori después se haría entrenador y llegaría a dirigir a Argentina. Claro que de ninguna de las maneras, ese paso por los banquillos fue tan brillante como su carrera como futbolista.