Última actualización 21 noviembre, 2022 por Alberto Llopis
La batalla de Santiago está considerado uno de los partidos más duros de la historia del fútbol. Aquel Chile-Italia de un 2 de junio de 1962 perteneciente al Mundial chileno que tuvo de todo. Golpes, peleas, insultos, declaraciones previas de órdago y mucho más en un partido que fue algo más que eso.
¿Cuándo ocurrió todo?
Para conocer exactamente todo lo acontecido en aquellos interminables 90 minutos diremos que Chile había sido elegido sede del Mundial 62 a pesar de contar con escasas infraestructuras y posibilidades, más teniendo en cuenta el gran seísmo de Valdivieso de 1960. Todo ello, hacía que fuera objeto de críticas por parte de otros países, especialmente europeos, que veían como un país en vías de desarrollo iba a organizar un evento del primer nivel.
Encuadrada en el grupo 2, la selección chilena se iba a enfrentar en la primera fase a Suiza, Alemania e Italia, en lo que era conocido como el grupo de la muerte. Tras disputarse la primera jornada, los chilenos contaban con una victoria (la registrada ante Suiza por 3-1), por un empate de Alemania e Italia.
¿Cómo se gestó la batalla de Santiago?
La segunda jornada del grupo debía enfrentar a chilenos e italianos. Un partido clave para ambos que fue aprovechado por la prensa italiana para verter críticas al país y la ciudad donde iba a celebrarse el partido, Santiago. Especialmente intensas fueron las críticas de Antonio Ghirelli y Corrado Pizzinelli, quienes en un artículo llamado «Santiago, el confín del mundo: La infinita tristeza de la capital chilena.» lanzaban dardos envenenados hacía el país sudamericano:
«Desde que estoy en Chile tengo la curiosa sensación de llevar el mundo sobre mis espaldas. Se le siente encima igual que la tristeza de los habitantes, y ello provoca un malestar curioso que se agrava por los enormes saltos de temperatura.[…]La sangre se torna torpe y parece faltar en las venas, y después de permanecer algún tiempo en Chile uno se siente extraño a todo y a todos. El virus de la lejanía más abandonada, más solitaria, más anónima, se mete en el ánimo de todos y creo que ello incidirá en el estado anímico de los atletas.
En vano los chilenos, como para consolar a los italianos, dicen que Santiago se parece a Turín[…]Y ello tal vez para tratar de hacer olvidar la realidad de ésta capital, que es el símbolo triste de uno de los países subdesarrollados del mundo y afligido por todos los males posibles: desnutrición, prostitución, analfabetismo, alcoholismo, miseria… Bajo éstos aspectos Chile es terrible y Santiago su más doliente expresión, tan doliente que pierde en ello sus características de ciudad anónima».
Como no podía ser de otra forma, la prensa chilena contestó (comparó Santiago con Turín y el sur de Italia) y calentó las ánimos de la hinchada, muy cabreada porque muchos italianos, además, describían a las mujeres chilenas como feas. Fue así, en estas circunstancias como se llegó a la hora del partido, con un estadio Nacional de Santiago lleno hasta la bandera que recibió a los jugadores italianos con silbidos y pitos, a pesar del detalle de los europeos de portar claveles blancos para calmar los ánimos del público.
El partido llegó bien caliente tras todo esto
El partido, evidentemente resultó una guerra. Los italianos ya de por sí duros, no se arrugaron y a los 12 segundos cometieron su primera falta. A los siete minutos, Giorgio Ferrini era expulsado por una entrada a Honorino Landa, que provocó la primera tangana entre varios jugadores al negarse el jugador transalpino a abandonar el campo.
Finalmente, tuvieron que ser los cuerpos de seguridad (los Carabineros chilenos) quienes lo sacaran a la fuerza, mientras el árbitro discutía con los fotografos por la proximidad de estos al terreno de juego.
El árbitro Ken Aston, el inventor de las tarjetas unos años después, no tuvo el mismo criterio cuando el propio Landa realizó una entrada sanguinaria en la mandíbula a Mario David, lo que desató las críticas de los jugadores italianos. El partido, entre tanto, transcurría entre patadas, puñetazos y agresiones constantes.
Pero lo más grande vendría en el minuto 38 del primer tiempo, cuando el local Leonel Sánchez desbordó por el costado izquierdo de la cancha siendo marcado por David, que provocó la caída al piso de Leonel.
Mientras el chileno estaba en el suelo, Mario David lo golpeó repetidamente lo que provocó que Leonel Sánchez (hijo del ex-campeón chileno de boxeo Juan Sánchez) se levantara y propinara un golpe con su puño izquierdo a David. Curiosamente, ninguna de las dos acciones fue sancionada por Aston, que más que inglés, parecía sueco.
Si iba a ser sancionada en cambio la espectacular patada de Mario David al cuello de Leonel Sánchez pocos minutos después, que acabó con el italiano en el vestuario tras ser expulsado por Aston.
Solo el descanso pareció menguar los ánimos de ambos equipos, cosa que aprovechó Chile (con superioridad numérica de dos hombres más) para marcar dos tantos por mediación de Jaime Ramírez en el minuto 74 y de Jorge Toro en el 88. Todo ello, con el delirio de unos aficionados que se habían tomado cumplida revancha de las críticas italianas.
La batalla de Santiago fue eso, una auténtica batalla
El resultado final del partido acarreó fuertes críticas a Aston por su papel de árbitro casero, a lo que el inglés respondío que «no estaba arbitrando un partido de fútbol, sino que estaba actuando como un juez en un conflicto militar» . No obstante, Aston no volvería a pitar ningún encuentro más del Mundial.
Además, hubo varios lesionados de alcance. Humberto Maschio, italo-argentino, padeció una fractura de tabique nasal y Alberto Fouilloux, chileno, sufrió un esguince… ¡al caer sobre un periodista! que le haría perderse el resto del mundial por esta lesión.
Lo único positivo del encuentro vendría años después, cuando Leonel Sánchez jugó unos amistosos con el AC Milan y compartió vestuario con Mario David. Allí olvidaron viejas trencillas y se hicieron grandes amigos.
Afortunadamente el partido solo fue retransmitido por la BBC inglesa, que no obstante en su previa ya aviso de lo que iba a ocurrir con una frase para la historia del comentarista David Coleman: «Buenas tardes. El juego que están por presenciar es la exhibición de fútbol más estúpida, espantosa, desagradable y vergonzosa, posiblemente, en la historia de este deporte». El resto de cadenas se limitó a ofrecer un resumen de lo acontecido. Mejor, porque fue para olvidar.