Última actualización 6 septiembre, 2022 por Alberto Llopis
El Mundial de Argentina 1978 marcó un antes y un después en el país. Hasta ese momento, Argentina apenas podía presumir de contar con una final mundialista como mejor aval en el más importantes de los torneos fútbolísticos. Sin embargo, ese año, uno de los países que más ama el deporte rey iba a ganar en casa una edición muy especial marcada por el régimen político de la época en Argentina y por el apogeo de Mario Alberto Kempes, el delantero centro albiceleste que resultó ser pieza clave en la victoria argentina.
El Mundial de Argentina 1978, un torneo marcado por la política y los conflictos sociales
No fue un Mundial fácil el de 1978 por diversos factores. Argentina hubo de gastar 520 millones de dólares en la construcción de tres estadios (Mendoza, Córdoba y Mar de Plata) y la remodelación del Monumental (la Bombonera quedó fuera), sede de la final. Un enorme gasto que se afrontó en parte como propaganda política de la dictadura de Videla que proponía gustosamente un campeonato y un país abierto a cualquier ciudadano mientras la realidad social y las organizaciones de derechos humanos dibujaban un gobierno basado en la represión ilegal que incluía, entre otras cosas, el secuestro, la tortura y la desaparición forzada de personas.
Política al margen o no tal margen debido a la enorme influencia que ejerció en el torneo, el Mundial de 1978 lo compusieron 16 selecciones, como había ocurrido cuatro años antes, entre las que se encontraban España, Brasil, Italia, Hungría (que acudió como contraprestación de regalar un marcador electrónico a Bolivia en el Hernando Siles y evitar una repesca) u Holanda, que acudía sin Johan Cruyff, enfrentado con el régimen político argentino a consecuencia de las violaciones de derechos y temeroso a un posible secuestro.
Las 16 selecciones quedaron encuadradas en cuatro grupos de cuatro donde las dos primeras pasaban a una segunda fase que se disputaría en dos grupos de cuatro llegando las campeones a disputar la final. Por tanto, y como había ocurrido en 1974, se eliminaban las semifinales, cuartos u octavos.
Lo más destacado de la primera fase fue la eliminación de Francia en el grupo 1 y de España en el 3. Especialmente dolorosa resultó la de la selección nacional, que perdió con Austria y empató con Brasil a 0 en el célebre fallo de Cardeñosa que tantas y tantas veces ha sido definido como uno de los errores más graves de la historia del fútbol.
Lo mejor del torneo vino, sin duda, en la segunda fase. Holanda demostró ser la más fuerte del grupo A por delante de Italia, Alemania y Austria y calificó para la final, por segunda vez consecutiva. Argentina sería su rival tras superar a Brasil, Polonia y Perú de una forma un tanto sospechosa. Y es que especialmente llamativo resultó su encuentro ante el combinado peruano. Los argentinos debían ganar por cuatro o más goles para pasar y dejar fuera a Brasil y finalmente vencieron 6-0 en un encuentro muy cuestionado, pues fueron muchas las voces que hablaron de un partido amañado por parte del gobierno de Videla dentro del Plan Cóndor. Pasividad en la defensa peruana y cinco goles en la segunda mitad dieron vidilla a un asunto por el que se decía que Argentina ayudaba económica a Perú a cambio de una victoria en los terrenos de juego.
Fuera como fuera, el caso es que la final la disputaron Holanda y Argentina y posiblemente, éste fuera el mejor encuentro del campeonato. Un partido a cara de perro resuelto en la prórroga y donde la figura de Mario Alberto Kempes resultó decisiva con dos tantos vitales que además de servirle para ser el máximo goleador del torneo y el mejor hombre le sirvieron para coronar a una Argentina convulsa donde Maradona siquiera había entrado en la convocatoria por decisión de César Luis Menoti.
En total 25 días intensos también marcados por el golazo de falta de Teófilo Cubillas ante Escocia (reconocido como uno de los mejores golpeos de la historia), la aparición de la pelota Adidas Tango, un cuero revolucionario que iba a estar presente en cuatro ediciones más y por tantas y tantas cosas como la primera sanción de dopaje en un Mundial al escocés Willie Johnston, el gol 1000 de los Mundiales obra del holandés Robert Rensenbrink o la mascota Gauchito.
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