Última actualización 22 noviembre, 2022 por Alberto Llopis
El Mundial de Alemania 1974 supuso la consagración del país anfitrión como potencia futbolística. Su segundo trono mundial en un país que poco a poco retiraba de la memoria la postguerra mundial a través del deporte. Fue también la consagración de algunos jugadores de época como el Torpedo Müller o Franz Beckenbauer.
La Naranja Mecánica, una de las sorpresas del Mundial de Alemania 1974
Pero sobre todo y ante todo, fue el Mundial de Holanda, una selección que hasta entonces no había hecho nada en el concierto internacional y que revolucionó el mundo del fútbol a través de un concepto diferente, el fútbol total: un estilo de juego basado en atacar y defender todos en bloque, en intercambiar posiciones y buscar con ahínco la portería contraria.
Un defensa que ataca, un delantero que defiende, un portero que lleva un número 8 a la espalda y un 14 llamado Johan Cruyff que asombra al mundo por su rapidez, definición e increíbles cambios de ritmo. Esa era la esencia de la «Naranja Mecánica» de Rinus Michels que llegó a la final y a punto estuvo de ganar el torneo.
El torneo que albergó el partido de Alemania vs Alemania
Un torneo que, por otra parte, trajo varias novedades. Para empezar no hubo ronda de octavos, cuartos o semifinales, sino una segunda fase de grupos donde los campeones accedían directamente a la final. Participaron para empezar las dos Alemanias que curiosamente se enfrentaron en la fase de grupos en un partido que pasará a la historia del fútbol con esa imagen de los capitanes dándose la mano en el saludo inicial y por ese gol de Sparwasser que dio la victoria a la RDA (República Democrática alemana) frente a la RFA (República Federal Alemana) con un helicóptero sobrevolando el estadio como alta medida de seguridad. No estuvo España (a la que le fue concedida el Mundial de 1982) y sí, Brasil y Argentina entre las 16 potencias clasificadas.
Anécdotas hubieron y muchas. Zaire participó por primera y única vez, el balón Telstar repitió como cuero oficial, se retransmitió por primera vez todo el torneo en color, se aseguraron los espectadores (8.000 dólares se daban por un posible fallecimiento) y sobre todo, se enseñó la primera tarjeta roja de la historia mundialista, al chileno Carlos Caszely que curiosamente jugaba en el Levante UD.
Deportivamente, en la primera fase apenas hubieron más sorpresas que las eliminaciones de Uruguay e Italia a las primeras de cambio y las cómodas victorias de Holanda sobre Uruguay y Bulgaria. El plato fuerte vendría en la segunda ronda. Allí, los tulipanes doblegarían a Brasil y a Argentina practicando uno de los más vistosos juegos que nunca se han visto sobre un terreno de juego. Velocidad de movimientos, toque, combinación, los «orange» derrotaron 2-0 a Brasil, RDA y por un claro 4-0 a la albiceleste, que cosechó una de sus peores derrotas en su historia.
La final que todos esperaban
La final fue Alemania-Holanda. La practicidad germana estaba encarnada en la brillante salida de balón de Beckenbauer y sobre todo, el instinto asesino de Gerd Müller, un delantero capaz de anotar goles como rosquilletas. La magia holandesa se veía a simple vista como se pudo comprobar en la final. La primera jugada del partido fue una preciosa combinación tulipán de 16 pases que acabó en penalti transformado por Neeskens.
Holanda era la favorita según se había visto en el campeonato y según se adelantó en el marcador. Pero el fútbol lo juegan 11 contra 11 y siempre ganan los alemanes que remontaron a base de coraje y seriedad para llevarse la nueva copa Jules Rimet diseñada por el italiano Silvio Gazzaniga y que pesaba cinco kilos.
Sí Alemania ganó, pero Holanda enamoró y eso nunca se olvida. Ya saben, hay algunos tiros al palo que son más bonitos que muchos goles. ¿O no?